Lo hacemos saber a todo el mundo: la Universidad de México
va a estudiar un proyecto de ley para la educación intensa, rápida,
efectiva de todos los hijos de México. Que todo aquel que tenga una
idea nos la participe; que todo el que tenga su grano de arena lo aporte.
José Vasconcelos
Introducción
Sin duda, uno de los personajes más importantes para comprender la configuración de la nación mexicana, así como sus imaginarios, es José Vasconcelos. Es innegable que su obra política y filosófica, además de ser basta o voluminosa, al igual se halla demarcada por dos momentos de importante trascendencia tanto para México como para Latinoamérica, a saber: 1) el proyecto educativo nacional (llevado a cabo en tiempos de Revolución), y 2) la idea de la raza latina como oposición a la supremacía de los Estados Unidos. El trabajo que presento a continuación, está enfocado a discernir, de manera breve, el papel que juega la política educativa y la filosofía esteticista de Vasconcelos en el marco histórico-social del pasado siglo XX, y mostrar así, los puntos de contacto que podemos hallar colindando en un lado y en otro.
I- Breve escarceo histórico en torno a la vida y obra de José Vasconcelos.
Para el objetivo ya expuesto, antes que nada me gustaría orientar esta primera parte al acercamiento del contexto histórico en el que vive y piensa José Vasconcelos. Hegel nos recordó en la Filosofía del derecho y las Lecciones sobre la filosofía de la historia universal[1], que todo hombre es un hijo de su tiempo, dicho en otras palabras, todo hombre está inmerso, en su carácter de existente, en una circunstancia y en un momento histórico determinado que permite que afloren sus ideas. Siguiendo esto como guía, empecemos nuestro escrito con lo siguiente.
José Vasconcelos, este personaje que fue objeto de elogios y de escarnios, nace en Oaxaca en 1882. Sus años mozos, sin embargo, no los vivió ahí, sino en el norte del país, en Piedras Negras Coahuila, aquel estado norteño al que tuvo que emigrar la familia de Vasconcelos, por motivos económicos, apenas poco tiempo después de que él naciera. En el norte, pues, Vasconcelos cursa su educación elemental, para luego trasladarse a la Ciudad de México con el fin de continuar con sus estudios superiores: Preparatoria, e inmediatamente después, la Licenciatura en Derecho. Ya en la Ciudad de México, y allende a los cambios sociales y políticos que se avecinaban, Vasconcelos conocerá el movimiento político de Francisco I. Madero y se aliará a él por coincidencias político-ideológicas que se centraban, entre otras cosas, en la propuesta política de la no-reelección, la cual era una razón directriz (que no la única) para el cambio de la política de Estado.
Con todo, hemos de decir que, en efecto, no es raro que lo primero que nos viene a la memoria cuando se menciona el cambio dentro de la estructura del Estado mexicano a principios del siglo XX, sea la lucha armada y por supuesto su política que expresa. Sin embargo, cuando se aprecia con más cautela lo que envuelve la lucha revolucionaria, surgen muchas más aristas, y una de ellas que no se puede hacer a un lado, por la trascendencia o importancia que ocupa, es la educación. Y más, si sabemos que del sector educativo (con todos los altibajos que conlleve) surge uno de los fenómenos más importantes que puede dar una sociedad, como por ejemplo, la consciencia crítica. Y para México esto ha sido capital en su historia. Por ejemplo, basta hacer referencia a los intelectuales que participaron, en este caso, de la visión global de la crisis de México a inicios del siglo pasado; intelectuales que, pese a todo, se formaron en un sistema educativo muy peculiar, conocido como positivista (al que después se enfrentarían como sus más importantes críticos), el cual se había instalado un poco antes con el gobierno de Benito Juárez. El positivismo, como sabemos, es una filosofía que se originó en Francia con Augusto Comte, y que luego es importada a México por Gabino Barreda como encargo del Presidente Juárez. Si bien es cierto que en su momento dicha filosofía cumplió con creces el propósito esperado, ya que fue muy útil para sentar las bases que permitieron la escisión de la Iglesia y el Estado (Reforma), así como para reordenar el caos social bajo la idea preeminente de “orden y progreso”. Para 1910, no obstante, la situación social ya era otra, es decir, distinta a la de Juárez. De ahí que la llamada efectividad del positivismo se desdibujara cada vez más (que para aquel entonces ya había mutado del positivismo de Comte, al de Stuart Mil, y luego al de Spencer), a causa de que ya no respondía a los nuevos problemas sociales del país. Su exceso, como lo constata Pedro Enriques Ureña (incluso en la política), había provocado en torno a la academia así como en la política, una nulidad crítica como la que proveían diversas áreas del Humanismo; y la filosofía, en este sentido, pagó el costo, dado que se le imponía que, si no era positiva, no era filosofía: “[…] el positivismo había reemplazado al escolasticismo en las escuelas oficiales, y la verdad no existía fuera de él. […] Veíamos que la filosofía oficial era demasiado sistemática, demasiado definitiva, para no equivocarse. Entonces nos lanzamos a leer a todos los filósofos a quienes el positivismo condenaba como inútiles, desde Platón, que fue nuestro mayor maestro, hasta Kant y Schopenhauer. Tomamos en serio (¡oh blasfemia!) a Nietzsche”[1]. Se entiende con lo anterior que la reacción del grupo del Ateneo de la Juventud, hacia el positivismo, fue contundente. Al cientificismo positivista que reinaba tanto en la academia como en la ideología política del gobierno de Díaz, personajes como José Vasconcelos, Antonio Caso, Alfonso Reyes, el ya mencionado Enríquez Ureña, entre otros, tomaron a Schopenhauer, Nietzsche, Bergson, Schiller, Croce, (entre muchos más) para nivelar la balanza con nuevas aportaciones teóricas en las que negaban al cientificismo ser la única guía para el saber, y, bajo el mismo criterio, argumentaron que no se podía aceptar que fungiera como modelo ideológico del esquema político mexicano.
Así, pues, para el año de 1910, mismo año en que es reinaugurada la Universidad Nacional y depuesto del poder Porfirio Díaz (La caída de Constantinopla como adelantó Justo Sierra[2]), los integrantes del Ateneo, jóvenes aún, no tenían, según explica Fernando Salmerón[3], un peso político tajante en su contexto social. Sin embargo, era claro que la situación no estaba estática, sino todo contrario. Los conflictos se reproducían tanto en el norte como en el sur. Lo cual fue importante para que el Ateneo de la Juventud, se viera en la necesidad de salir del resguardo de los muros de la universidad, para tocar el terreno social, con la gente, como queda constatado en las Conferencias[4] que ofrecieron en teatros y otros recintos, y que fueron de gran éxito para un público diverso, ya no sólo universitario. Acá es donde se puede destacar a Vasconcelos, ya que, en efecto, él fue uno de los más notables intelectuales que participó y combatió la ideología positivista, a la cual consideró transitoria y fundamentadora de una política caduca. Ahora bien, en lo tocante a la acción política, la marcha de Vasconcelos ya se había iniciado un año antes, 1909, cuando asume la batuta del órgano periodístico del partido Antirreeleccionista de Madero, al que después representaría en Washington. Se podría decir que este lapso de tiempo, es el lapso que prefigura el levantamiento armado de la Revolución mexicana. Así, de 1910 a 1920, para México se da una fractura social, política y económica, que podemos catalogar como devastadora. Por otro lado, cuando se consuma el asesinato de Madero (decena trágica) y toma el poder Victoriano Huerta, respaldado por los Estados Unidos, Vasconcelos se ve en la necesidad de salir, o más bien de huir del país por haber sido maderista; sin embargo, aún en el exilio, no deja de colaborar con la Revolución, pero bajo las ordenes de Venustiano Carranza, el cual fungía en ese momento como el jefe del ejército Constitucionalista. Pero dicho sea de paso, José Vasconcelos aprovechó, ciertamente, esta salida para estudiar más a fondo la filosofía clásica griega que había debatido tiempo atrás con Antonio Caso en el Ateneo. Hacia el año de 1913, la lucha contra Victoriano Huerta no había cedido, pero para 1914 será derrocado por las fuerzas armadas de Carranza y Obregón. A este hecho no aplazaría mucho para que se convocara una vez que se quita a Huerta del camino, a lo que se conoce como la Convención de Aguascalientes, a la que asistirá, ya de regreso al país, José Vasconcelos. Como se sabe, en esta Convención se declara por mayoría de votos a Eulalio Gutiérrez como Presidente provisional de la República, y él, a su vez, nombraría a José Vasconcelos su Ministro de Instrucción.
Sin embargo, el cargo de Gutiérrez en la Presidencia fue muy breve, dado que los Estados Unidos no reconocen su gobierno como legítimo y en cambio, buscando sus intereses político-económicos, aprueban el de Carranza reconociéndolo como jefe de Estado. Ante este hecho, y una vez que asume el poder Carranza, Vasconcelos, que ya se había enemistado con él porque había dado su apoyo a Eulalio Gutiérrez, de nueva cuenta tiene que salir al exilio dado que cargaba sobre éste una orden de aprensión dictaminada por mano del nuevo gobernante. Fuera de México, y ya instalado en Washington, Vasconcelos reinicia de nueva cuenta con sus estudios de filosofía y literatura. Lee todo lo que puede y trata de asimilarlo, sintetizarlo. Este periodo en el exilio, Vasconcelos ya no lo desaprovecharía más y se enfoca a escribir asiduamente: fruto de estos años es de donde surgen las primeras ideas que posteriormente serán incorporadas al sistema filosófico. En 1916 se dan a conocer dos obras importantes: Pitágoras, una teoría del ritmo y también El monismo estético. Y para 1919 se publican los Estudios indostánicos. Para 1920, un año aún delicado para México, después del asesinato de Carranza, Obregón toma el cargo de la Presidencia, y bajo su protección, Vasconcelos regresa al país para que le fuera encomendada la Rectoría de la Universidad, a la que después seguiría la Secretaria de Educación, que como sabemos bien, él mismo será el encargado de diseñar. En 1924, y después de dejar la Secretaria de Educación, Vasconcelos se lanza a la candidatura por la gubernatura del estado de Oaxaca, que no ganaría por la lucha entre las facciones del poder que se debatían en esa región, y que finalmente se arreglaría con un fraude en los comicios. Para 1925, se publica el libro que adelante se verá, es uno de los más polémicos de la producción vasconcelista: La raza cósmica. Y para 1927, arremete de nuevo Vasconcelos con el que se considera la continuación de La raza cósmica: la Indología.
Poco después del asesinato de Obregón (1928), Vasconcelos da el segundo paso grande hacia un puesto político de importancia. En efecto, en 1929, acepta la candidatura a la Presidencia por el partido Antirreelecionista. Su contendiente directo fue Pascual Ortiz Rubio, que estaba respaldado a su vez por el recién fundado partido oficial de la revolución (PNR) y por supuesto, por Plutarco Elías Calles. Sin embargo, aunque la campaña política del filósofo hizo eco, y atrajo a mucha gente, principalmente porque a Vasconcelos se le ligaba aún con Madero, no obstante esto, Vasconcelos pierde los comicios de nuevo por fraude electoral. Una vez más, Vasconcelos sale de México, no sin intentar una nueva Revolución, que no tuvo ningún impacto a acusa de que nadie le dio su apoyo. Pero es también en 1929 cuando se publica la primera parte de su sistema filosófico, el Tratado de Metafísica. Aquí es donde se inician los años fructíferos en la producción filosófica de Vasconcelos. Por ejemplo, en 1931, se da a conocer la segunda parte del sistema, la Ética, y en 1935, la Estética, un año después, surge la Breve historia de México, y para el año de 1942, se publica, para un circulo selecto del Colegio de México, la parte última del sistema: la Lógica orgánica; obra en la que se van a establecer los puntos metodológicos y epistemológicos de la filosofía de Vasconcelos. Sin embargo, a estos años también le podemos agregar uno de los episodios más álgidos en la vida de Vasconcelos, y que sin lugar a dudas ha sido ampliamente criticado, y me refiero a aquella etapa en la que mostró amplia simpatía por el movimiento político (de Hitler) de la Alemania nazi. Así pues, con la Revista Timón, en los años 40, será en donde Vasconcelos va a publicar sus más crudos ensayos a favor del régimen nazi (al que identificaba con el catolicismo) y que hoy en día, son testimonio impreso de las inclinaciones políticas que tuvo por aquel entonces el filósofo mexicano. Un error grave, que nos recuerda al de Ezra Pound, quien a causa de sus inclinaciones por el fascismo italiano, su obra fue atacada, independientemente de la calidad de lo escrito. Por otra parte, en el año 1951, ya casi al final de su vida, Vasconcelos da a conocer la Todología o Filosofía estética, que funge, básicamente, como un prolegómeno a su teoría expuesta años antes con la Estética y que, a mi gusto, es una buena guía que permite adéntranos más concretamente en la comprensión de su obra, ya que de una manera más breve, se pueden estudiar las pretensiones y los alcances de la postura de Vasconcelos al respecto de su filosofía.
Para terminar, la amplia obra que escribió Vasconcelos no sólo la podemos ordenar en cuestiones de filosofía[5], claro que no, sino también se ocupó de la narrativa. Entre ésta, cabe tener presente su pequeño libro de cuentos que lleva por título el de uno de ellos: La sonata mágica, y por supuesto, su autobiografía, que sin ningún problema podemos decir que ocupa unos de los peldaños más conocidos y mentados de la obra de Vasconcelos. El Ulises criollo y las diversas partes que lo componen, desde nuestra perspectiva, son una pieza importante para dar un vistazo al marco histórico de la vida y obra de Vasconcelos desde su propia mano. Una vez que hemos llegado hasta este punto, ahora, en la siguiente parte, abordaremos la filosofía y su influencia en la praxis política de Vasconcelos teniendo en consideración lo visto hasta aquí.
II.- La praxis política y el pensamiento filosófico en pro de la construcción de México.
Como se pudo apreciar, los primeros 50 años del siglo XX son una pieza clave para entender el pensamiento de Vasconcelos; principalmente porque en este periodo será donde se redacta, entre luchas sociales y exilios, su amplia obra filosófica. Sin embargo, desde la introducción hicimos la referencia a la relación existente entre la política y el sistema filosófico, con todo y que la primera anticipe a la segunda. Y en efecto, sólo por las referencias históricas que revisamos, se puede destacar que Vasconcelos comienza su carrera política hacia 1909, y, por otro lado, la primera parte de su sistema filosófico, el Tratado de metafísica, surge hasta el año 1929. Hay un margen amplio, 20 años, que separan una actividad de la otra, aunque fuera necesario que se efectuara para que madurara el pensamiento de Vasconcelos y se objetivara en una obra completa. No obstante, antes de los escritos sistemáticos (como se dijo arriba) el filósofo hizo incursiones en pequeños tratados que fueron partes primordiales para seguir, posteriormente, con las tesis fuertes y completas. Y es, por lo tanto, esta etapa la que nos interesa resaltar aquí con relación al plano político.
Así que, con lo anterior, vamos a decir el sitio que ocupa Vasconcelos en materia política, pero extendida a otros planos que forman parte de la construcción de la ideología del pueblo mexicano y de los Iberoamericanos en general. Aquí entramos a la parte central de nuestro tema: de tal modo que, para tal efecto, cito de modo concreto las dos instancias sobresalientes que notamos en Vasconcelos, en torno a la problemática que se establece en este trabajo:
a) el eje educativo, que tiene un alcance no regional, sino nacional, y por ende, no sesgado a ciertas clases sociales o grupos de poder, y
b) su idea de la “raza” mestiza, la cual contribuye a la debatida y ponderada proyección emancipadora que llevaría Latinoamérica del expansionismo territorial e ideológico de los Estados Unidos; tesis que fuera también asumida por otros intelectuales latinoamericanos, como Rodo, o incluso, Mariategui.
Ahora bien, quizá sea factible hacer más señalamientos en torno al tema ideológico-político de Vasconcelos, lo tengo presente, pero por ahora y además por el espacio que tenemos para nuestra breve investigación, nos bastan los ya citados. Así pues, si partimos de los puntos anteriores, Vasconcelos se nos presenta, de facto, como uno de los personajes con más resonancia para México y América latina. Pero vayamos por partes. El filósofo, como muchos comentadores de él han constatado —como José Joaquín Blanco—, ha sido uno de los pilares del esquema educativo mexicano, tanto en lo que atañe a su planeación como en lo respectivo a su fundación. A partir de 1920, José Vasconcelos toma el mando de la Universidad, y desde ahí, igualmente empieza a diseñar desde su cubículo de la Rectoría, la Secretaria de Educación Pública. En 1921, Obregón finalmente aprobaría el órgano de dicha Secretaria y nombra a Vasconcelos su secretario: su cabeza. Pero por supuesto, no sólo fue la simple planeación de un proyecto institucional educativo el que se puede ponderar aquí, sino el alcance y la ideología que va a permear dicho proyecto, la cual está basada en la idea de nación así como de la exaltación de la raza, la cual, claramente se ve inscrita y se elevada a “dogma”, sensu estricto (a nivel latinoamericano), en el escudo de la Universidad Nacional (“Por mi raza hablará el espíritu”). Estas son las dos vías claras e importantes que nos permiten dar parte en una comprensión del proyecto de Vasconcelos en materia de lo que se puede considerar: una (radical) política educativa. Es factible, a mi modo de ver, considerarlo así, principalmente a causa de la enorme importancia que ocupa la educación en el terreno social, y que, sin menospreciarlo, fue un filósofo quien tuvo a bien colocarla en un primer peldaño político desde el marco histórico-social que le tocó vivir. Así, pues, podemos ver que en dichos proyectos educativos y políticos, está inmersa, según vemos, la idea de la universalidad del pensamiento filosófico, y con ello, según Vasconcelos, la unión de los sujetos movidos por un impulso coordinador, “estético”, como después diría de manera más enfática en la Todología. La trascendencia así, de la proyección educativa, tomada en un modo radical, fue así y no de otro modo porque el momento histórico así lo pedía, con el fin de que ocupase una vértebra central en la política del Estado, y que por supuesto Obregón, inteligentemente, supo apreciar, dada la simpatía intelectual que le tomó a Vasconcelos: “Obregón le tomó afecto a este diablo de hombre que convenía completamente a la imagen de marca que quería darse. Le brindo los medios para trabajar: bajo Don Porfirio, la educación nacional nunca tuvo más de 8 millones de pesos, 12 con Madero, 5 y medio con Carranza. En 1923 Vasconcelos recibía 38 millones de pesos en efectivo (cincuenta en papel), en un momento en que el presupuesto nacional se acercaba a los 350 millones”[6] Esto datos, que bien son importantes, nos permiten comprender, por otra parte, que con Vasconcelos, se efectúa una visión amplia y sistemática de la planeación de la hoy Secretaria de Educación Pública. Por este motivo, el todo (la secretaria) se secciona, según los argumentos vasconcelistas, en tres partes esenciales que tuvieron como finalidad, abarcar en su completud el proyecto educativo y cultural que no poseía México: “La obra de la Secretaria—dice Vasconcelos—, según ya se apuntó, debía ser triple en lo fundamental, quíntuple en el momento. Las tres direcciones esenciales eran: Escuelas, Bibliotecas y Dirección de las Bellas Artes. Las actividades auxiliares: incorporación del indio a la cultura hispánica y desanalfabetización de las masas”[7]
De lo anterior se desglosa, sin más problema, hacia dónde apuntaron las tentativas de Vasconcelos con esta breve pero importante concepción de la Secretaria de Educación. Por un lado, el primer bloque: las Escuelas, que para Vasconcelos tenían que ser la primera instancia con la que se trasmitirían, didácticamente, los conocimientos a los jóvenes espíritus mexicanos. Y por otro, si era menester, como fue la pretensión angular de Vasconcelos, asegurar la obra, ésta se tenía que conjuntar con Bibliotecas públicas que permitieran la divulgación masiva del conocimiento. Ya que, la trasmisión de éste, en rigor, no sólo es de maestro a alumno, sino también implica un diálogo imperante con la historia y con los grandes hombres que antaño dejaron su huella como fruto para la humanidad. Sin libros, no habría modo. Así que, desde la perspectiva de Vasconcelos, hacer soluble la educación, va de la mano con la lectura, con sus distintas escalas y grados. Y en tercer lugar, las Bellas Artes, que funcionan básicamente como el estrato de salida que concentra la “emoción” con la experiencia estética (no olvidemos esto, porque siempre la parte “estética” figura en el lugar más alto del pensamiento de Vasconcelos). Allende a estos tres sectores, le siguen dos más que completan la obra, y son: la incorporación del indio a la hispanidad y la eliminación del analfabetismo. La primera, por supuesto, tuvo como finalidad la unidad nacional, en cuyo eje se concentra la exaltación de la raza, la idea de la mexicanidad y en un rango más amplio, la hispanoamericaneidad. Y por último, pero sin duda no menos importante, la desanalfabetización, que venía a contribuir y dar pie a la idea preponderante de que el saber es la primera instancia de la emancipación del sujeto, pero también, esto permitía justificar la enseñanza del lenguaje oficial, el español, ya que tenía que estar a la base de la idea de la nación (recordemos que uno de los problemas del porfiriato, al respecto de la nación, consistió en la rica multiplicidad de etnias —heterogeneidad para Vasconcelos—, que no hablaban el lenguaje español, cosa que hacía complicado pensar en una unidad nacional con su respectivo sentimiento patriótico). Con estas instancias últimas se cierra el círculo con el que inicia la gran cruzada en pro de la cultura, claro, junto a una ideología bien trazada, masivamente, tal como lo había llevado a la práctica Lunacharski en Rusia y que fue, cierto, un modelo en las pretensiones de Vasconcelos para México. No está de más decir, que a esta cruzada mesiánica de cultura, que tenía la tentativa de hacer de México la “Atenas de América”, no la podía lograr un solo individuo, sino que tenían que contribuir muchas fuerzas al propósito. Por ello, ante el llamado de Vasconcelos, gente notable acudió al auxilio tanto de las letras como de las ciencias y las artes (recordemos que, bajo el patrocinio de las Bellas Artes, el caballete se deja a un lado y se inician los muralismos —arte abierto al pueblo— como los de Orozco, Montenegro, Siqueiros y Diego Rivera). Pero también, cabe destacar a los estudiantes de la Escuela Preparatoria, porque influenciados por el maestro, hicieron lo suyo en la cruzada de alfabetización, contribuyendo a pesar de su juventud, a ser guías de la cultura. En este sentido, es que se ha dicho muchas veces que la planeación educativa de Vasconcelos fue una las más importantes directrices para proyectar la cultura y la mexicanidad, sin mirar clases sociales o color de piel.
Como quiera que sea, lo cierto es que Vasconcelos llevó a la praxis lo que bajo la dictadura de Díaz fue imposible: la educación para todos. Este es un detalle importante que contrastó, en pleno auge del porfiriato, con las acciones de la facción política conformada por los científicos, (aquellos burgueses que monopolizaban la riqueza del país y que a su vez eran protegidos por Porfirio Díaz) ya que, dentro de sus tareas políticas, omitieron la importancia de la educación, es decir, la desdeñaron, según narra el propio Alfonso Reyes[8]. Ante tal error, entendemos que Vasconcelos, por el contrario, si tuvo lo astucia para vislumbrar lo primordial que significaba la educación elemental para el Estado, porque con ella, al mismo tiempo que daba inicio el despertar del niño a la riqueza espiritual de la humanidad, también fungía del mismo modo como una base ideológica para integrarlo a la cultura de un pueblo con costumbres diversas y leyes vacilantes, como es México (y esto es un asunto que se reproduce en cualquier Estado). Por ello sucedió que los gastos no se escatimaran (como se vio arriba); porque con Vasconcelos al mando de la Secretaria, y gracias al generoso presupuesto que le otorgó el gobierno de Obregón, fue posible, entre otras cosas, la creación de escuelas, incluso rurales, a si como de bibliotecas, (tal como estaba marcado en el proyecto de la secretaria), y por supuesto, se masificó la impresión de libros, tanto de obras clásicas, como de compendios de lectura para los que recién empezaban a leer. Y esto cabe destacarlo, porque un proyecto de esta envergadura fue puesto en práctica en un momento en que los gastos fuertes del país se destinaban a otros asuntos, como la milicia y diversos menesteres del capitalismo tardío mexicano; así que la cultura, no era raro que se tomara (como también hoy sucede), para militares y empresarios, como una mala inversión. Ahora bien, podemos preguntar para retomar el hilo, qué papel tiene, en última instancia, la filosofía esteticista en la política educativa. Arriba, en líneas anteriores, ya se ha hecho una breve alusión a este problema, pero todavía se pueden destacar otros puntos que nos permiten ver aún más la relación del proyecto educativo con la idea estética, a partir del Monismo estético y su Pitágoras: una teoría del ritmo. Esto títulos, representan parte de las primeras ideas que tuvo Vasconcelos en torno a la estética, y a su concepción de la belleza. Esto quiere decir, que con estos breves tratados podemos augurar la relación entre los elementos filosóficos, en cuyo caso sobresale la concepción del arte como expresión redentora del sujeto, dirigidos o vinculados en su praxis, a la estructura de la Secretaria de Educación Pública que desarrolló Vasconcelos en los años 20.
Por ejemplo, en una de las páginas del Pitágoras…, nos encontramos con un referente al ideal esteticista basado en el ritmo: “Caracterizar el ritmo de lo subjetivo, el desinterés que lo distingue del movimiento condicionado, interesado, finalista de la materia, así como el alcance de su poder, sería materia para toda una estética, cuyo punto de partida, implícito en el pitagorismo, podría expresarse en estos términos: la belleza es una coincidencia rítmica entre el movimiento natural del espíritu y el movimiento ya reformado a las cosas […]”[9] Aquí se abre, ciertamente, toda una interpretación en torno a la relación del sujeto y el ritmo hacia la exterioridad, en cualquier caso, el ritmo (movimiento natural del espíritu según Vasconcelos), representa una parte fundamental de la síntesis esteticista y coordinadora del sujeto mismo. Una teoría que, idealmente, apuntada a la concreción, se denota en el tercer nivel de la Secretaria de Educación Pública. Cabe decir, por otro lado, que tal propuesta no es fortuita, ya que además de retomar a Pitágoras para su tesis sobre el ritmo y la coordinación, también toma de Schopenhauer y de Nietzsche, algunas de sus ideas para su propósito. Esto es importante destacarlo, porque Vasconcelos los leyó, para ampliar su filosofía con el fin de hacer frente al positivismo: “[….] Nietzsche, nos aturdió las orejas de filisteos científicos con las voces elocuentes que al través de los siglos extrae el alma griega en su Origen de la tragedia; y en su Zaratustra nos planteó el problema estético importantísimo y todavía virgen de la significación de la música; nos hizo volver a reír”.[10] Esto implica, básicamente, que ante la oportunidad que le diera Obregón de hacer lo quisiera en la Secretaria, Vasconcelos, sin perder tiempo, hizo del tercer nivel de la Secretaria, basada en la metáfora de la ascensión del espíritu, un asunto central en lo concerniente a la planeación de la educación pública. Por ello, en ese escalón, las artes, en todas sus manifestaciones, juegan el papel principal, en tanto que tenían que ampliar su radio, para que no fueran sólo para un grupo selecto, o clase social especifica, sino más bien, las artes tenían que estar a la vista y al oído de todo mexicano.
Ahora bien, este último referente, nos va a servir, para indagar un poco más en otro aspecto esteticista de la filosofía de Vasconcelos, pero atendiendo ahora lo que concierne a La raza cósmica, un escrito, sin duda alguna, que ha generado mucha polémica desde que fuera publicado
III.-Esteticismo y racismo, dos instancias problemáticas en Vasconcelos
Hasta este punto hemos hecho resaltar algunos aspectos que consideramos importantes en el tema que estamos manejando. Por lo cual, se ha colocado a la política educativa en un peldaño importante en nuestro estudio. Y cierto, esto se hizo así, ya que a mi parecer ahí es donde se determina la verdadera aportación de José Vasconcelos en asuntos que se hallan dentro de un marco político concreto. Sin embargo, el problema, como veremos, no es sólo localista, o nacional, sino tiene pretensiones de universalidad. Ésta es la exigencia filosófica vasconcelista. Acá tenemos lo que Abelardo Villegas dice claramente sobre la filosofía de Vasconcelos: “Vasconcelos, apóstol de la raza, interpreta y encarna el sentir de una cultura naciente; su filosofía, su sistema, va a ser revancha del pueblo vencido que superará por el espíritu a su opresor que no logra alcanzar conceptos y valores universales. […] Aunque el mismo Vasconcelos no lo quiera, su filosofía universal va a ser expresión y justificación de un proceso histórico, del nuevo proceso histórico de Iberoamérica”[11]
Siguiendo lo dicho, podemos argumentar, primeramente, que las tesis de Vasconcelos al respecto del llamado proyecto iberoamericano que se lee en las páginas de La raza cósmica, no están estructuradas como un tratado en donde las tesis estén armadas como parte del cuerpo conceptual de la filosofía tradicional. Si se empieza así su estudio, corremos el riesgo de alejar el escrito a partir de la primera hoja, por lo disparatado que puede ser. Así que, aunque el libro no es un tratado filosófico, si podemos decir que contiene rasgos de la filosofía de Vasconcelos que finalmente se llevan a un orden más estructurado en el sistema acabado. El libro, viéndolo con cautela, es un libro escrito por un hombre que asumió el papel de profeta antes que el de filósofo. Así que La raza cósmica, bajo esta tópica, representa uno de aquellos libros extraños al que decimos sí, o no, sin términos medios. Dicho de otro modo, o se acepta o se rechaza la tesis ahí expuesta. Dice Abelardo Villegas: “Vasconcelos no trata de demostrar sino de convencer”[12]. La raza cósmica, con esta opinión, nos aparece como un polo utópico, cierto, y no menos alentador ni desconcertante como lo pueden ser las utopías de Moro o Capanella. Desde esta coyuntura, me gustaría citar lo que Vasconcelos escribiría acerca del papel del profeta, que bien no servirá para comprender de que hablamos aquí: “El profetismo es caso de consciencia acompañada de vocación apostólica. El profeta se siente la lengua de la divinidad y voz de las épocas, verbo de la especie humana. En contra de los Reyes y el Estado, si así conviene, y con exclusión de toda otra autoridad que no sea la del mensaje que formula, el profeta exige la justicia en la tierra y se identifica con la verdad más alta del cielo. El profeta es un rebelde, pero en grande.”[13] Un profeta, un rebelde, y un filósofo, todo unido en un mismo personaje. Ahora cabe preguntar: ¿Contra quién estatuye Vasconcelos su rebeldía, o hacia quien ataca y que pondera su libro de La raza cósmica? Justamente es importante mencionar que La raza cósmica representa, más que nada, una ofensiva, o bien, una lucha escrita contra los Estados Unidos, por ser la representación del hombre sajón. Esto es importante que se tenga en cuenta para ver hacia dónde va el libro. De aquí se puede elucidar que para Vasconcelos los vecinos del norte estuvieran identificados con el positivismo y el darwinismo llevados al plano social, y que se asociaran a ser los constructores modernos de una política expansionista especificada y objetivada con la doctrina Monroe (América para los americanos: América para los Norteamericamos). Por ello el libro de Vasconcelos, visto así, no sea un alegato teórico. Más bien La raza cósmica pretende ser un escrito, algo panfletario, en el que se declara, ante el la amenaza del sajón y el expansionismo norteamericano, la importancia de la raza iberoamericana en la historia, pero partiendo de sus cualidades mestizas (un imaginario por antonomasia), sintéticas y emotivas.
Ahora bien, la defensiva de los latinoamericanos hacia los Estados Unidos, en efecto, no es algo que inicie con Vasconcelos, sino mucho antes, en el siglo XIX. Por ejemplo, Ariel, de Enrique Rodo, es un libro que se encuentra antecediendo al de Vasconcelos, y que, de igual modo, fue una influencia importante de La raza cósmica[14]. Sin embrago, no podemos aseverar que Ariel tenga el carácter profético que asumirá Vasconcelos una vez que toma la consigna de elevar a dogma la raza latinoamericana. Aquí ya se establece una diferenciación sustancial entre Ariel y La raza cósmica. Ahora bien, ¿Cuál es la tesis central de Vasconcelos en La raza cósmica? Ya dijimos antes que Vasconcelos toma el libro como una ofensiva ante los Estados Unidos, pero ¿cómo es qué lo va a organizar para defender su postura? Cierto, antes de llegar al esquema central y problemático de la raza cósmica (o la quinta raza o la raza como síntesis), primero nos va a decir Vasconcelos cuales son las razas que anteceden a la que a sus ojos será la mestiza americana. Para tal caso, Vasconcelos justifica, primeramente, la posición que está pronto a emprender, así que explica que su estudio está lejos de ser una Historia académica (particular), y por ello, de modo tajante escribe lo siguiente: “La historia científica se confunde y deja sin respuesta todas estas cavilaciones. La historia empírica, enferma, de miopía, se pierde en el detalle, pero no acierta a determinar un solo antecedente de tiempos históricos. […] Sólo un salto del espíritu, nutrido de datos, podrá darnos una visión que nos levante por encima de la microideología del especialista”[15] Una vez que se deja a un lado la Historia académica, que no le sirven a Vasconcelos para el fin que busca, da pie a la problemática en la que se especifica la explicación de La raza cósmica. A lo que dirá, primeramente, que hay cuatro razas que inician el movimiento a la quinta, a saber: “La negra”, “la india”, “la mongol” y “la blanca”. A ésta última, en efecto, será la que pone en jaque Vasconcelos, atacándola, sí, pero admitiendo al mismo tiempo que ella, a pesar de sus proyecciones expansionistas derivadas de su tránsito histórico en el que se enfatiza su colonialismo, y en el que se niega al otro, también es el puente para una escala mayor de la raza: la raza cósmica o la quinta raza. Ahora bien, la raza blanca (la cuarta raza), por lo tanto, es sólo un medio, nunca un fin. Esto quiere decir que la humanidad, para Vasconcelos, no se afirma ni mucho menos se detiene en la raza sajona, sino que ha de avanzar más, hacia un estadio superior, dado que cada raza tiene su momento en la historia: “En la Historia no hay retornos, porque toda ella es transformación y novedad. Ninguna raza vuelve; cada una plantea su misión, la cumple y se va. [….] Los días de los blancos puros, los vencedores de hoy están contados como lo estuvieron los de sus vencedores. Al cumplir su desarrollo de mecanizar el mundo, ellos mismos han puesto, sin saberlo, las bases de un periodo nuevo: el periodo de la fusión y la mezcla de todos los pueblos”[16] De este modo podemos dar cuenta hacia dónde se concentra la postura de Vasconcelos, pero teniendo en consideración, claro, que la raza cósmica, es una raza en potencia, es decir, es una raza que aún no es. Nunca nos dice Vasconcelos que la quinta raza se encuentre ya, sino que más bien se encontraba en gestación. Era su momento para relevar a la raza que ya había tenido su parte en la historia. Es la fase o etapa superior de la raza, pero sólo a condición de que se dé a partir de la mezcla con las otras, aunque ya no dirigida por la sajona, sino por la raza latinoamericana, ya que ésta última reúne, según Vasconcelos, las características necesarias, “emotivas”, que permiten la reapropiación o incorporación de lo mejor de las otras razas que han dejado su huella.
Ahora bien, esta idea no camina sola, como se puede constatar en el libro, sino que va seguida de una hermenéutica de la división histórica en la que se concentran, a su vez, tres momentos que catalogará Vasconcelos, como la ley de los tres estados.
¿En qué consisten dichos estados? Ante todo, los tres estados son una nueva división de la historia que introduce Vasconcelos en La raza cósmica, y que enfocará y delimitará, como complemento de la división de las cuatro primeras razas y el estado decisivo de la quinta, hacia un pathos estético que corresponde a la perfección humana. Por lo tanto, el primer estado para Vasconcelos, está destinado a lo que él llamó: estado material o guerreo. En éste, el filósofo explica la lucha humana por la hegemonía, la de la horda o la tribu. Se podría decir que éste es un estado primario en donde la única relación se establece por medio de la violencia. Sin embargo, cuando esto cede, le seguirá un segundo estado, al cual Vasconcelos cataloga como el intelectual o político. Aquí, básicamente se nos explica que representa el momento de la razón, y que para efecto de ello se aprovechan los elementos que se hubieron conquistado los hombres con la violencia del primer estado, así surgen los tratados y las fronteras, es decir: la legalidad y la división. Pero no contento con este estado, Vasconcelos hace un último llamado, en el que, sin más miramientos nos introduce de lleno en lo que se podría decir, es la utopía vasconcelista. A este último llamado, estaría concedido el estado espiritual o estético. Por lo tanto, Vasconcelos configura bajo esta idea el estado más elevado e importante de la humanidad, en donde prevalecería la belleza, pero en la que también, según interpreta el filósofo, no habría normas (la ética se ve sobrepasada), así que en su concepción sería el estado más perfecto en donde de modo claro se afirma: “En vez de reglas, inspiración constante. Y no se buscará el mérito de una acción en su resultado inmediato y palpable, como ocurre en el primer periodo; ni tampoco se atenderá a que se adapte a determinadas reglas de razón pura; el mismo imperativo ético será sobrepujado, y más allá de bien y del mal, en el mundo del pathos estético, sólo importará que el acto, por ser bello, produzca dicha”[17]
Es claro, así, que la postura de Vasconcelos es amplia y compleja, además de que permite plantear muchos polos problemáticos, utópicos, en a penas unas cuantas páginas. Sin embargo, cabe advertir que el señalamiento que hace Vasconcelos en torno a la raza cósmica, esta raza superior, se halla a la base de una gama importantísima para Latinoamérica, entendida ésta como una especie de “nación hermanada”, pero no configurada con la violencia para su posibilidad. Esto quiere decir, que cuando Vasconcelos habla de una raza cósmica, y ocupa el término de “raza”, dicho término está tomado por completo de la misma postura del sajón, según él, que bien establece en el primer estado, el guerrero. Para Vasconcelos, la raza blanca es una raza que niega a las otras, ya que no permite la incorporación de las demás a riesgo de que si se hiciera, sólo se haría en la medida en que las otras razas sean funcionales para la esclavitud. Teniendo esto en mente, Vasconcelos elimina por completo la base expansionista y negadora del otro que ocupa la raza sajona, y en su lugar coloca una visión estética. La emoción y la belleza son las que están por encima de la postura expansionista; así pues, la mezcla o el mestizaje de las razas, se daría coordinado, como si una mano de artista interviniera en dicho proceso: “Pero en el nuevo orden, por su misma ley, los elementos perdurables no se apoyan en la violencia, sino en el gusto, y, por lo mismo, la selección se hará espontánea como lo hace el pintor cuando de todos los colores toma sólo que conviene a su obra”[18] Sin embargo, quien lea atentamente el libro de Vasconcelos, no dejará de notar que hay ciertas contradicciones en el discurso que se maneja. Y es aquí, de donde se puede especificar la crítica a esta pequeña obra. Porque dicho sea de paso, algunas afirmaciones como la eliminación de la “fealdad”, sin duda alguna es peyorativa de ciertos grupos étnicos que si bien no se dice de manera explícita, si se leen entre líneas. Cabe resaltarlo, porque como diría Abelardo Villegas, la reacción de Vasconcelos no dejó de augurar sus propias aporías, toda vez que la problemática y la conceptuación de la raza (que en Vasconcelos no se encuentra una definición del término en sí), tiende a albergar un doble filo, es decir que, al establecerse una afirmación de la supremacía de la quinta raza, ésta terminará, a su vez, en la negativa del otro (de las otras razas).
“Comprendemos entonces porque Vasconcelos utiliza el concepto de raza para interpretar la historia: él no es autor de esa interpretación, el autor es el sajón, el inglés y el norteamericano, que basado en observaciones científicas y sociológicas muy discutibles, ha tratado de justificar una serie de actitudes. La debilidad del argumento de la superioridad racial sea la raza sajona o cualquier otra —aun de la Raza cósmica— desde un punto de vista estrictamente científico, lo reconoce Vasconcelos, cuando en flagrante contradicción, confiesa que su tesis es “tan arbitraria y tan frágil como la tesis de la superioridad de los blancos”. Con ello parece decir Vasconcelos que con tal de negar la superioridad del sajón está dispuesto a renunciar a sus propias ideas”[19]
Este último párrafo, como se aprecia, es importante ahora ya que nos explica, o nos hace ver más claramente como en La raza cósmica existe un doble discurso, riesgoso, pero que Vasconcelos decidió tomar con tal de defender la autonomía de Iberoamérica. Por ello, el conflicto argumental que se maneja al interior de este breve escrito, es tan grave, en cierto caso, que a la conclusión que nos lleva, es que si bien el racismo de Vasconcelos no es violento, es decir, no considera una lucha para eliminar al otro de un modo directo y con arma en mano, aun con todo, no deja de ser un racismo que en última instancia termina por caer indudablemente en lo mismo que se atacó. Y de igual manera seguirá esto en la Indología, libro en cual Vasconcelos extenderá y hará aún más concisos los puntos cardinales de La raza cósmica. Así pues, el impacto y el lugar que ocupó La raza cósmica, no solo en México sino en Latinoamerica, es innegable. Devotos y críticos se sumaron. De tal modo que sus repercusiones no se hicieron esperar en las diversas interpretaciones de la obra. En Argentina, el libro fue ampliamente acogido y comentado por José Ingenieros. Y sucedió lo mismo en España. No olvidemos que la influencia de Ortega y Gasset en los filósofos hispanohablantes ya había dado frutos. Así que la famosa tesis que se encuentra en las Meditaciones del Quijote: “Yo soy yo y mi circunstancia”[20], de igual modo era manifiesta en la filosofía de José Vasconcelos, cosa que se celebró, así como en otros pensadores de América latina, por dar pie a un pensamiento, que pese las consecuencias que conllevara, se daba ya no por imitación de los europeos, sino acorde a las problemáticas de su situación.
IV.- Conclusiones
A lo largo de este trabajo, hemos revisado mínimamente la historia de Vasconcelos en relación a su obra política y filosófica. Por supuesto, no podemos dejar de lado que las temáticas que se desprenden y las preguntas que auguran un proyecto en el cual se incluya el nombre de José Vasconcelos, trae consigo, polémica, sí, pero también un enorme trabajo por abarcar lo más sobresaliente de su extensa obra, sin entrar claro, en equívocos o tergiversaciones. Así que, al hacer hincapié en que la política se halla como un primer momento en la vida de Vasconcelos, y a su vez, la filosofía (escrita) surge, como un segundo momento (años después), lo que se trató de hacer, fue resaltar que una antecede a la otra, aunque, no obstante, existen vasos comunicantes entre las dos (política y filosofía). Sin embargo, por motivos de tiempo, no se pudo abordar de modo más amplio la postura filosófica de Vasconcelos, la cual se encuentra expuesta en su sistema (que sin duda daría para un trabajo mucho más amplio que el ahora se ofrece). Porque, si bien es cierto que la política educativa y el bosquejo filosófico que se podemos rastrear en La raza cósmica, son importantes, también es claro, como también anunciamos, que todo aquello se verterá finalmente en el sistema filosófico. Sin embargo, en sus puntos más precisos, el postulado estético de Vasconcelos bien se puede enunciar, ya demarcado, primeramente en las obras menores, las cuales podemos seguir con su teoría del ritmo en: Pitágoras una teoría del ritmo, el Monismo estético y por supuesto La raza cósmica; sin embargo, estas tesis, aunque cambian de rumbo, son redefinidas más concienzudamente hacia el escrito tercero del sistema, es decir, la Estética, pero también en la Lógica Orgánica y la Todología, en donde se puede encontrar, ya expuesto con todas sus letras, el concepto de a priori estético[21] que anteriormente anunciamos. Este concepto, que no es más sino una analogía del a priori kantiano (pero que es completamente diferente a él), es la parte central o la vértebra del sistema, como el propio Vasconcelos lo afirma en la entrevista que le da a Emanuel Carballo.[22] Esto indica que a partir del a priori estético se debaten los argumentos que enlazan un pensamiento filosófico sugerente y extraño. Digo esto, principalmente, porque el pensamiento de Vasconcelos es un pensamiento que se desarrolla, en primera instancia, de conceptos propios de la ciencia, como la física, con la cual se alude al átomo y la onda cuántica, para luego desembocar al final en la Redención y la Trinidad, es decir, en una especie de teología o poema. Sin embargo, esto no quiere decir que su pensamiento filosófico sea un simple conglomerado de ideas diversas abstraídas de otras fuentes, sean científicas o religiosas. Más bien pensamos que su filosofía es congruente dentro de la racionalidad que la sostiene, en sus propios usos lingüísticos. Fuera de ahí, es un problema abarcar tantos temas y tantas problemáticas tan dispares que parecen no tener un centro bien definido. Sin embargo, esto, cierto, no detuvo a José Gaos, para hablar del sistema de Vasconcelos como un sistema completamente original, no europeo, y además propio de un pensador de altura que desarrolló sus ideas desde su propio marco social.
Por ejemplo, la Todología, que como se comentó, se puede apreciar como un prolegómeno o guía al sistema de Vasconcelos, plantea diversas directrices que son importantes en relación a las problemáticas del conocimiento científico y metafísico que propone elucidar el filósofo. El debate que se plantea ahí, es un debate que se opone, ciertamente, a la estilística y abstracta filosofía husseriana que por aquel momento estaba en boga dentro de la academia mexicana de filosofía. Así, en vez de que Vasconcelos nos hablé de una epojé desde el planteamiento de Husserl, nos habla de una epojé, pero inversa, no husseriana (por supuesto, bajo una interpretación un tanto sesgada de Husserl). Como se sabe, la búsqueda de la esencia (el eidos) del objeto de estudio en la fenomenología, propone como guía partir de lo fenoménico, es decir, de lo que está ahí (regreso a las cosas mismas), y reducirlo cada vez más a una entidad abstracta. Pero Vasconcelos esto lo rechaza porque, dice él: “Si pienso en un árbol, un prado, unas casas, dejo la realidad viva y entro al mundo de las ideas; imito entonces la cámara fotográfica, que es incapaz de seguir el milagro vivo del ser, un ser que muere cuando se hace abstracción; revive sólo cuando esplende, singular y concreto.”[23] De suerte que, si bien Vasconcelos toma distancia de la fenomenología, si acepta que el dato primario de la consciencia inicia con “algo”, pero en esta aceptación, a su vez, no admite que este “algo” deje de ser concreto, ya que se vuelve sólo un concepto vacío: muerto. De ahí que su epojé inversa, regrese a la cosa, y se quede en lo concreto, pero siguiendo la línea del artista, es decir, partiendo de las emociones y recuerdos: “Para evitar la traducción de mi panorama en abstracciones, hago lo que el artista: observo en mi porción de realidad, sus relaciones, sus porciones, sus luces y lo que añade al panorama, mi emoción, mis recuerdos”[24]
De esta manera ya no parece tan raro que cuando José Gaos plantea el cómo de la elaboración del sistema de Vasconcelos, lo haga mostrando, primero que nada, un ejemplo que nos permite ver el inicio del estudio fenomenológico a partir del dato primario de la cosa, que para él son unas peras y unas manzanas, y así nos sugiera, de un modo simplificado, como será que la cosa que estudia el filósofo fenomenólogo se va haciendo cada vez más reducida hasta que deja de ella, sólo una “esencia” que pretende ser inmutable, como si fuera un número. Pero de esto surge precisamente lo que Gaos, en cierto modo, señala como la inversa del método fenomenológico; porque en efecto, si la fenomenología nos priva de la cosa y nos lleva al idealismo, la epojé inversa de Vasconcelos la conserva; pero cómo lo hace, se pregunta Gaos, y la respuesta es la siguiente: “Puesto que la maldita filosofía que me despojó de mis peras y mis manzanas fue una filosofía de la idea, abstracta o analítica, general, universal o una subordinadora de lo concreto a lo abstracto, de lo singular o individual a lo general y universal, la filosofía que necesito será una filosofía de la imagen, concreta, sintética, plural, coordinadora o reproductora de la arquitectura misma. […] Lo que yo quiero es concebir estas dos peras y estas dos manzanas con todas las cualidades heterogéneas que las hacen bellas a la vista y apetitosas al gusto”[25] así, reponiendo de nueva cuenta el problema, éste implica necesariamente que se nos diga cómo es que se va a solucionar que el trasunto eidético conserve el punto del cual partió. Así que Gaos, tomando de Vasconcelos su método, nos dice que, para mantenerse en la cosa, hay que tomar como punto de salida, no la búsqueda de la homogeneidad, sino la “coordinación” de los heterogéneos a partir del “ritmo” y la “armonía” que se plantean con el a priori estético: “Lo que tengo que hacer es, pues, sintetizar las cualidades heterogéneas de estas dos peras y estas dos manzanas tal como están unidas en estas mismas; y coordinar los conjuntos del mundo, hasta llegar al conjunto que es el mundo mismo, obtenidos todos del mismo modo. […] Un a priori que tiene por particular órgano la imaginación, cuyas imágenes poseen, a diferencia de la rigidez de las ideas, la plasticidad en que el a priori estético del alma imprime las formas con las que viene a coordinar, a armonizar las relaciones que concretan las cualidades de las cosas.”[26]
Llegados aquí, quizá se nos objete por qué trajimos este viraje a esta conclusión, si más bien parece que se aleja por completo de nuestro estudio en el cual se vio, grosso modo, la política educativa y el planteamiento emancipador de Iberoamérica, desde La raza cósmica. No obstante, lo incluyo ahora, porque a mi modo de ver, este planteamiento metodológico que se inscribe en el sistema de Vasconcelos, tiene su anticipación en los problemas que hemos venido tratando en este trabajo, como la política educativa y la quinta raza. Por supuesto, esto es necesario que se desarrolle aún más con un trabajo más especializado, ya que aquí sólo tocamos de manera breve algunas ideas dispersas, así que profundizar en sus consecuencias desde las obras más amplias y sistemáticas del filósofo es prioritario; pero por el momento podemos decir, ya como una conclusión, es que lo que se proyecta en el sistema educativo ideado por Vasconcelos, así como lo concerniente a la ideología que toca La raza cósmica, ya contienen el dato, mínimo, de la “coordinación”, el “ritmo” y la “emoción”, que son escritas de un modo más especifico, como lo hicimos notar antes, en el Pitágoras... y el Monismo estético, y de ahí, se resuelven en la Estética, la Lógica orgánica y la Todologia; por lo tanto, aquí es a donde se pueden centrar los vasos comunicantes, según lo ya expuesto, en la relación de la praxis política educativa, y la filosofía esteticista de Vasconcelos, pero digeridos en el tercer nivel de la Secretaria de Educación Pública, y extendida, al igual, a la idea la liberación latinoamericana, es decir, de la periferia, en contra del expansionismo sajón.
[1] Pedro Enríquez Ureña, Recuerdos de los Ateneistas, en Conferencias del Ateneo de la Juventud, ed, UNAM, México, 2000, p, 147.
[2]Cfr, Justo Sierra, Discurso en el acto de la inauguración de la Universidad Nacional de México, el 22 de Septiembre de 1910, incluido en, Fuentes de la cultura Latinoamericana, ed, FCE, México, 1993, p,83
[3]Cfr, Fernando Salmerón, Los filósofos mexicanos del siglo XX, incluido en el libro; Estudios de Historia de la filosofía en México, ed, UNAM, México, 1980, p, 257.
[4]Véase el libro: Conferencias del Ateneo de la juventud,ed, UNAM, México, 2000.
[5] Otras obras que también son importantes y que fueron escritas después de 1929, son Bolivarismo y monroísmo, De Robinson a Odiseo y la Historia del pensamiento filosófico.
[6] Jean Meyer, La Revolución mexicana, ed, Jus, México, 1991, p, 120.
[7] José Vasconcelos, El desastre, ed, Botas, México, 1965, p, 61.
[8] Alfonso Reyes, Pasado inmediato: Recuerdo de los ateneístas, recogido en el libro, Conferencias delAteneo de la juventud, ed, UNAM, México, 189.
[9] José Vasconcelos, Textos, una antología general, ed, SEP, México, 1982, p, 105.
[10] José Vasconcelos, El movimiento intelectual contemporáneo de México, en Conferencias del Ateneo de la Juventud, ed, UNAM, México, 2000, p, 123.
[11] Abelardo Villegas, La filosofía de lo mexicano, ed, UNAM, México, 1988, p, 70.
[12]Ibídem, p, 97.
[13] José Vasconcelos, Textos, una antología general, ed, SEP, México, 1982, pp, 244, 245.
[14] Para quienes no han leído La raza cósmica, les decimos que este libro se encuentra dividido en dos partes: la primera que no suman más de 50 páginas, y que son las que están dedicadas al tema central de la raza mestiza, la segunda parte, un poco más amplia, corresponden a notas de viaje que no guardan mayor relevancia sino como un anecdotario de su autor. Por lo tanto, nosotros nos enfocamos en la primera parte que es la importante en el tema ahora manejado.
[15] José Vasconcelos, La raza cósmica, ed, SEP, México, 1983, p, 13.
[16]Ibídem, p, 22.
[17]Ibídem, p, 36.
[18]Ibídem, p, 47.
[19] Abelardo Villegas, Op, cit, p, 93.
[20] José Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote, ed, Aguilar, México,1976, p,50
[21] Como el trabajo que hemos llevado hasta ahora ya ha sido algo largo, no entraré en los detalles epistémicos de la concepción que tiene Vasconcelos en torno a su a priori estético, pero no puedo dejar de señalar (por si no se tiene una lectura de la obra filosófica de Vasconcelos), aunque sea de manera breve, que este concepto no va sólo, es decir que, si bien el a priori estético es piedra angular en la concepción y comprensión del sistema, Vasconcelos lo pone en un momento, como sucedió tanto en la segmentación de las razas y la ley de los tres estados de la raza cósmica. Esto indica que, antes del a priori estético, Vasconcelos señala un a priori formal y luego un a priori ético que se hallan en equilibrio con su sistema. De este modo, más que decirnos que su conceptuación de a priori parta de Kant, lo que nos dice es lo contrario, el a priori para Vasconcelos no es lo que tenemos presente como una condición de posibilidad para el conocimiento, ya que el a priori de Vasconcelos, en oposición, si es determinado por los objetos que nos circundan en la experiencia, en este sentido, se podría decir, que en la conceptuación kantiana más que ser un a priori lo de Vasconcelos, sería un a posteriori. Pero indudablemente esto sería algo superficial, porque la extensión que le otorga Vasconcelos y la justificación que da, por ejemplo, en la Lógica orgánica, se tiene que establecer allende a su propia directriz sistemática. Véase para ahondar más en este tema, la primera parte de la Lógica orgánica, que se intitula, “la lógica y sus estructuras” que es la parte de la obra en la que se detalla el planteamiento de Vasconcelos en lo que referente al a priori como instrumento del conocer.
[22] Emmanuel Carballo, Protagonistas de la literatura mexicana, ed, SEP, México, 1986, p, 22.
[23] José Vasconcelos, Filosofía estética, ed, Austral Espasa-Calpe, México, 1994, p, 48.
[24]Idem.
[25] José Gaos, Obras completas, VIII, ed, UNAM, México, 1996, pp, 126 y 127.
[26]Idem.
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