Liliana López Levi
Me parece pertinente reflexionar sobre la construcción
de la identidad en el microcosmos, en el ámbito local, ya que por su tamaño
permite observar las dinámicas de construcción de la identidad e interpretación
de la historia en un espacio más acotado.
El caso del pueblo/ciudad de Huamantla hace patente la
simplificación que suele hacer la historia oficial sobre el pasado y sus
personajes, a quienes se tiende a considerar en forma maniqueísta. El asunto va
más allá de meter en el mismo saco a quienes en su momento resultaron enemigos;
el discurso institucionalizado de la memoria no reconoce la
multidimensionalidad de los sucesos, los diversos enfoques que los atraviesan,
las ideologías y tampoco las implicaciones espaciales en los sucesos. El que
fuera héroe para la capital del país, no necesariamente benefició a las
provincias y el que siguió los intereses de los liberales opacó a los
conservadores. Desde el punto de vista ideológico, social y territorial, para
ganar unos, tienen que perder otros. Con ello es difícil sostener la
posibilidad de una identidad común.
Desde el proyecto nacionalista mexicano, hasta el
neoliberalismo que delinea las políticas públicas de la actualidad, la
identidad en Huamantla, Tlaxcala, se produce y reproduce a partir de una serie
de imaginarios, donde quedan reflejados los valores, las creencias, las
prácticas religiosas, la historia local y del lugar que ocupa la ciudad con
referencia al centro del país.
Por medio de la figura del intelectual en el
microcosmos, el presente trabajo busca reflexionar sobre el papel que tienen
ciertos personajes claves desde el punto de vista cultural en la producción,
reproducción y transformación de la identidad local. En particular, se aborda el
caso del cronista oficial, uno de los hombres más reconocidos
por la comunidad local y cuyo discurso se ve reproducido por otras
instancias de la identidad y la memoria. El texto se desarrolla en tres partes.
La primera aborda los marcos socio-territoriales de la memoria y el papel del
intelectual orgánico; la segunda hará una breve descripción sobre la identidad
de Huamantla y los símbolos mediante los cuales se reproduce y en la tercera
parte se habla del caso del cronista de la ciudad.
Promocional de la fiesta anual del pueblo de Huamantla, conocida
a nivel internacional como "La noche que nadie duerme."
Introducción
La nación mexicana se ha construido predominantemente
desde el centro del país, desde la cuenca de Anáhuac, donde hoy está la Ciudad
de México y antes estuviera México-Tenochtitlán. Lo demás, por mucho tiempo fue
periferia, una periferia que poco a poco se ha ido incorporando con mayor
fuerza en la estructura del Estado, pero que sigue estando, en muchos sentidos,
en segundo plano.
Diversos estudios insertos en el seminario que nos
ocupa muestran el papel dominante de los intelectuales de la capital del país
en la configuración de los imaginarios nacionales, aunque durante las grandes
rupturas de la historia (independencia, revolución) otros fueron los lugares
protagonistas de la acción. Independientemente de la diversidad territorial, lo
mexicano se extiende estandarizando las culturas locales y favoreciendo
prácticas sociales que benefician a los grupos/lugares dominantes. La identidad
es, pues, el punto medular para unir a la población en favor de un proyecto
político. Se trata de un sentimiento de pertenencia para aglutinar a una
comunidad, que es esencialmente diversa. Es un vínculo que al moldearse,
justifica ideas, acciones y omisiones.
La identidad es aquello que le da sentido a la unión de
un grupo social y a su distinción frente a otros. Sin embargo, la identidad no
es algo estático, es algo que se construye y que se transforma; es dinámica y
depende de múltiples factores, entre los que destacan aquellos propios de las
dimensiones espacio-temporales. Si consideramos que no todo el país es centro,
cabe entonces preguntar ¿cómo se ha construido la identidad desde la periferia
y desde lo local?
En este punto destaca el papel de ciertos actores
sociales, cuya autoridad política o moral tiene mayor fuerza que la del resto
de la población y por ende les permite tener un carácter dominante en la
configuración de la identidad. Tradicionalmente los intelectuales han
desempeñado un liderazgo importante en la construcción de los imaginarios que
le dan sentido a la unión de la población, en función de una ocupación
territorial.
Lo mexicano se construye a partir de un conjunto de
discursos que buscan la unidad nacional y que se expresan de diversas formas,
en lo oral, en lo escrito, en el paisaje y en ciertos objetos y prácticas
sociales que fungen como símbolos de la identidad. Con base en ello surge la
inquietud sobre el papel de los intelectuales en la producción de dichos
discursos y en el establecimiento de las pautas de interpretación.
La identidad, en general, y la forma como operan sus
símbolos, en particular, varían de un lugar a otro. Las percepciones,
interpretaciones y acciones que la sociedad produce ante y en nombre de un
imaginario común tienen sus especificidades locales y los elementos que se
ponen en juego establecen vínculos a múltiples niveles y bajo múltiples
parámetros. Algunos factores son más relevantes, visibles e influyentes en
algunos sitios y otros lo son en otros. Se trata de un complejo sistema de
relaciones, que a veces es difícil abordar en su totalidad.
Es por eso que me parece pertinente reflexionar sobre
la construcción de la identidad en el microcosmos, en el ámbito local, ya que
por su tamaño permite observar las dinámicas de construcción de la identidad e
interpretación de la historia en un espacio más acotado.
El caso del pueblo/ciudad de Huamantla hace patente la
simplificación que suele hacer la historia oficial sobre el pasado y sus
personajes, a quienes se tiende a considerar en forma maniqueísta. El asunto va
más allá de meter en el mismo saco a quienes en su momento resultaron enemigos;
el discurso institucionalizado de la memoria no reconoce la
multidimensionalidad de los sucesos, los diversos enfoques que los atraviesan,
las ideologías y tampoco las implicaciones espaciales en los sucesos. El que
fuera héroe para la capital del país, no necesariamente benefició a las
provincias y el que siguió los intereses de los liberales opacó a los
conservadores. Desde el punto de vista ideológico, social y territorial, para
ganar unos, tienen que perder otros. Con ello es difícil sostener la
posibilidad de una identidad común.
Desde el proyecto nacionalista mexicano, hasta el
neoliberalismo que delinea las políticas públicas de la actualidad, la
identidad en Huamantla, Tlaxcala, se produce y reproduce a partir de una serie
de imaginarios, donde quedan reflejados los valores, las creencias, las
prácticas religiosas, la historia local y del lugar que ocupa la ciudad con
referencia al centro del país.
Por medio de la figura del intelectual en el
microcosmos, el presente trabajo busca reflexionar sobre el papel que tienen
ciertos personajes claves desde el punto de vista cultural en la producción,
reproducción y transformación de la identidad local. En particular, se aborda el
caso del cronista oficial, uno de los hombres más reconocidos
por la comunidad local y cuyo discurso se ve reproducido por otras
instancias de la identidad y la memoria. El texto se desarrolla en tres partes.
La primera aborda los marcos socio-territoriales de la memoria y el papel del
intelectual orgánico; la segunda hará una breve descripción sobre la identidad
de Huamantla y los símbolos mediante los cuales se reproduce y en la tercera
parte se habla del caso del cronista de la ciudad.
Los marcos socio-territoriales de la
identidad
Unir a un grupo humano, sin perder la diversidad
sociocultural es una tarea compleja, que ha sido central en la configuración de
las naciones. El punto de partida es muchas veces territorial. Con ello,
podemos iniciar por establecer que lo común que tienen un grupo de individuos es
el lugar que habitan. De ahí se asume que comparten otras cuestiones como la lengua,
la etnicidad, la religión, las costumbres, las tradiciones, los símbolos y los valores;
que por un motivo u otro resulta conveniente destacar/simular en función de los
elementos convergentes y no de los divergentes.
Así como las comunidades se conforman a partir de la
unión de los individuos, un país se conforma con base en la unión de lugares
concretos. Sin embargo, el resultado es algo más que la suma de individuos y la
suma de lugares. La nación, su formación, consolidación y transformación se da
a partir de los vínculos entre los elementos presentes y a partir de la
relación entre diversas escalas. Es decir, desde lo global hasta lo local se
produce una correlación de fuerzas, de manera tal que la identidad se construye
no solo a partir de lo que piensan los integrantes de un grupo social sobre sí
mismos, sino de cómo son percibidos por los otros y de las interacciones que se
generan entre el ámbito local y el nacional.
Dicho en palabras de Anderson (2007), las naciones se
forman a partir de comunidades imaginadas y se configuran como tales cuando se
aglutinan en torno a ciertas identidades, construidas con base en elementos que
se establecen como comunes, que Hobsbawm, en su libro Naciones y nacionalismo desde 1780, denomina protonacionalismos. Es
decir, aquellos lazos sociales en función de los cuales se construye la
pertenencia colectiva, como la lengua, la etnicidad y la religión
Ahora bien, ¿cómo se construye este imaginario común?
Si retomamos la idea de
Maurice Halbwachs (2004) sobre Los marcos sociales de la memoria, donde argumenta que la memoria
se construye en forma colectiva, podemos decir que lo mismo ocurre con la
identidad. La cohesión social es una acción colectiva y, por ende, no puede
depender del individuo, sino de la interacción con los otros miembros de la
comunidad. Así como los recuerdos se producen en el marco de una comunidad, los
arraigos, los apegos, los símbolos de identidad, los valores y demás elementos
de unión social se moldean a partir de un grupo humano que los mantiene como
centrales. La diversidad, entonces, se construye predominantemente a partir del
lugar en cuestión (y de lo local) y del momento histórico. Para Halbwacks, (2004:101)
es en el marco de una sociedad establecida, que se recuperan los recuerdos y se
producen los olvidos.
La religión, la etnicidad, la lengua, las tradiciones,
el pasado común y el territorio ocupado son elementos que sustentan la
identidad y que son interpretados bajo la estructura impuesta por un lenguaje
común, por los valores, los sentimientos dominantes y los intereses que entran
en juego. Todo ello le da sentido a una comunidad.
La identidad, parafraseando las afirmaciones de
Halbwacks (2004) sobre la memoria, ocurre en el marco de una cosmogonía y de un
sistema de convenciones. Como construcción social se encuentra influida por
determinantes culturales, por aparatos e instituciones como el Estado, la
Iglesia, la escuela o los medios de comunicación, que imponen generalmente un
sentido ideológico.
En este sentido, la identidad sigue el mismo camino que
Duncan (1990: 22) expresa para la memoria, es decir, que al igual que otros
procesos sociales, se ve permeada por el poder; construye su sentido a partir
del presente, desde donde reinterpreta el pasado para promover o inhibir
ciertas prácticas sociales, económicas y políticas.
De aquí que los marcos socio-territoriales de la
identidad sean más que el recuento de elementos en común que posee un grupo
social, se trata de instrumentos de poder, generalmente dominados por las
élites, a partir de los cuales la colectividad se reconstruye, se percibe y se
interpreta a sí misma.
Para reforzar el proceso identitario de una comunidad se
puede incluso llegar a inventar tradiciones y conformar una herencia cultural
como fabulación de mitos; a enaltecer acontecimientos legitimadores del poder y
a silenciar los recuerdos que no son convenientes para el grupo hegemónico
(Colmeiro, 2005: 17). “Toda memoria está construida a base de silencios,
mediaciones y parches que reconstruyen el pasado ajustándolo a las necesidades
siempre cambiantes del presente” (Colmeiro, 2005: 25). Como imaginario social,
la memoria se reconstruye y se reinventa constantemente (Colmeiro, 2005: 25).
Una de sus funciones más importantes es la de crear una identidad colectiva,
conformar una comunidad que, como dijera Anderson, es imaginada.
Lo anterior nos lleva a destacar que los elementos a
partir de los cuales se une un grupo social son, como afirma Benedict Anderson
(2007: 21), “artefactos culturales de una clase particular”, que se legitima
con base en el establecimiento de pautas comunes con el resto de la sociedad. Son
éstas clases dominantes las que
favorecen o dificultan ver las cosas en múltiples maneras, el hablar
ciertas lenguas, el seguir ciertas tradiciones y acatar ciertas prácticas
religiosas y culturales.
Es importante aclarar que aunque se reconoce el papel
dominante de quienes tienen más poder en la configuración de los imaginarios,
esto no quiere decir que el resto de la sociedad los asuma tal cual. Existe una
correlación de fuerzas sociales, que lleva a transformar la realidad. Los
imaginarios se configuran a partir de los vínculos sociales, donde entran en
juego discursos, prácticas y acciones.
Las personas están unidas por un conjunto de ideas que
les permite interpretarse como semejantes y esas ideas se comunican con base en
los discursos. Existen diversos tipos de
narraciones, desde las que se expresan verbalmente, hasta las que se construyen
simbólicamente y se manifiestan territorialmente.
De acuerdo con Barnes y Duncan (1992: 5) los discursos
se presentan de diversas formas. Además de la expresión verbal y los textos
escritos, están las pinturas, los mapas, las instituciones y el mismo paisaje.
No se trata únicamente de algo que refleja a la realidad, sino que son
productoras de significados.
Dentro del campo tan amplio y complejo que implica
hablar de la producción de discursos y
significados, nos acotamos a continuación al caso de intelectual orgánico, que
como afirma Diana Fuentes (2013: 2-3),
“son quienes garantizan, primero, el consenso –la
aceptación, la adopción y la sumisión– de la orientación impresa por el grupo dominante
(…) Se trata de intelectuales que cumplen una función orgánica, es decir, son
organizadores de grupos de hombres, dando cohesión a la vida político-social
del Estado en su forma nacional.”
Para explicar su papel como productores
de discursos y como personas que establecen las pautas para la interpretación, cabe
retomar a Néstor Braunstein (2004), quien afirma que el sentido en un
proceso de comunicación depende de varios factores. Entre ellos está la fuerza
y contenido de las palabras o de los elementos que conforman dicho discurso y
que contienen matices, de manera que la connotación depende de las palabras que
elegimos. No es lo mismo hablar de los “campos de concentración” que de los “campos
de exterminio”; no es igual denominar a un grupo humano como “desplazados”, que
como “reubicados”. El orden semántico también puede cambiar el significado de
una idea. No es igual decir “el campo de exterminio”, que “el exterminio del
campo”. Sin embargo, cuando hablamos del intelectual orgánico hay un tercer
elemento, señalado por Braunstein y que resulta fundamental. Es decir, las
relaciones afectivas o de poder que se dan entre emisor y receptor. “Lo que
está en juego no es el acierto de la proposición sino la fuerza de la
transferencia; el efecto del sentido es un éxito de la sugestión. Su verdad,
por ‘objetiva’ o científica que la frase parezca, no es referencial sino
transferencial” (Braunstein, 2004: 4). Una persona que goza de un cierto
prestigio y autoridad moral dentro de una comunidad tiene un mayor poder de ser
escuchada y sus ideas tendrán un lugar más importante en la configuración de
los imaginarios sociales. De aquí que los discursos mediante los cuales se
construye la identidad local se ven moldeados por la relación entre los
sujetos, que si retomamos a Foucault se construye a partir de vínculos asimétricos
de poder.
La
identidad de Huamantla, Tlaxcala
Huamantla es una ciudad con poco más de 50 mil
habitantes[1],
ubicada en el Estado de Tlaxcala. Se le reconoce por su tradición agrícola y
ganadera; particularmente por la producción del pulque y por la cultura
taurina. Se trata de un lugar donde el catolicismo está muy arraigado. La
religiosidad llega su máxima expresión en agosto, en especial el 14 de agosto,
cuando se celebra a la Virgen de la Caridad. Durante la que llaman la “noche
que nadie duerme”, transita una procesión por las calles del centro. Como parte
de la fiesta, hay feria, se ofician misas y se rezan rosarios, se reciben
peregrinos, se confeccionan alfombras y tapetes, se queman fuegos artificiales,
se baila, se hace música, se montan exposiciones y se sacan los toros a las
calles.
Las alfombras se hacen diariamente, durante un mes, en
el atrio de la iglesia, y en la noche de la fiesta, las calles por donde pasa
la procesión se llenan de tapetes de aserrín. El cronista de Huamantla hace la
distinción entre las alfombras y los tapetes. Las primeras son “las que se
hacen aproximadamente de 20m por 20m de superficie y se hacen con flores y en
el centro de la alfombra llevan una imagen, entonces, estas alfombras no se
colocan al paso de la procesión porque sería que pisaran y faltaran al respeto
a la imagen que está colocada en el centro”.[2]
En torno a la feria también se hace una fiesta brava
llamada la huamantlada, que imita a la pamplonada española, en la cual se
sueltan toros por las calles para que los animales se enfrenten a los
aficionados. También son parte de la cultura popular los muéganos, dulces
tradicionales, la tradición teatral y los títeres.
La esencia del lugar queda reflejada en los recintos
para transmitir la memoria y la identidad. En particular, está el Museo de la Ciudad,
el Museo Taurino y el Museo Nacional del Títere. Falta uno donde se expongan
los mantos y vestidos bordados para la Virgen, pero ya está en proyecto. La
patrona del pueblo tiene su templo en la basílica dedicada a ella y la
religiosidad del lugar tiene sus numerosos recintos en cada uno de los barrios.
Los títeres son un elemento importante de identidad, que se remiten al siglo
XIX cuando los hermanos Rosete Aranda fundaron su compañía.
El lugar ha sido denominado de varias formas. Primero y
según la cédula real de 1528 fue el pueblo de San Luis Huamantla, en honor a
San Luis Obispo de Toulouse; después en 1857 hay un decreto, mediante el cual
se le da el título de ciudad y entonces pasa a ser Huamantla de Juárez; en 1945
se convierte en la heroica ciudad de Huamantla y el 14 de agosto de 2007 fue
nombrada pueblo mágico.
La heráldica de la ciudad es un escudo donde se
muestran elementos como el volcán Malinche, la evangelización y pobladores
originarios. En otro aparecen las palabras Huamantla,
Heroísmo, progreso, trabajo, lema que nos remite al propuesto por Gabino
Barreda en el siglo XIX: ‘Libertad, orden y progreso’. Sin embargo, a partir de
2007, el símbolo correspondiente a la heroica
ciudad de Huamantla se sustituyó por un rehilete de colores que anuncia que
Huamantla, es pueblo mágico.
Con este nombramiento se hace patente que la localidad
forma parte del programa implementado por la Secretaría de Turismo para
promover el sector en lugares reconocidos por su riqueza cultural, histórica
y natural; y como parte del programa, la
ciudad comparte el emblema, que pareciera una franquicia, con otras localidades
del país.
Una de las cuestiones, a partir de las cuales se
explica la identidad local es el hecho de que Tlaxcala ha tenido dificultades
para incorporarse al discurso nacional, ya que a sus pobladores se les acusa de
traidores por haberse aliado a los españoles hace 500 años y a la vez son parte
de la federación. Poco se cuenta del hecho de que antes de los españoles, los
que habitaban en territorio tlaxcalteca padecían a los mexicas. En ese
entonces, los otomíes y tlaxcaltecas originarios no hacían más que defenderse
de la dominación mexica, por ende, la alianza con los españoles fue una
estrategia de defensa, para combatir a los aztecas, precursores del centralismo
actual. Pero en el imaginario dominante de la población mexicana, los
habitantes de México-Tenochtitlan eran los buenos y los conquistadores eran los
malos; aunque ambos pueblos estuviesen llenos de barbarie.
Como muchos otros lugares de la República, Huamantla refleja
a su manera la mexicanidad. La unión de Hernán Cortés y Malitzin tiene varias
connotaciones. Por un lado es el símbolo del mestizaje que se encuentra al
centro del imaginario dominante sobre la nación mexicana, por otro lado también
simboliza una traición.
Los tlaxcaltecas se unieron a los españoles, igual que
la Malinche. Como consecuencia, se produjo una asociación entre ambos, sin
importar la falta de precisión territorial, pues ella, en realidad era
originaria de la zona de Tabasco.
La Malinche, hoy en día, es el símbolo de Tlaxcala. La
mujer aparece en los libros de historia local[3],
pero sobre todo, así se llama el majestuoso Volcán que se yergue en el
horizonte de Huamantla, y que funge como un correlativo material de esa
asociación cultural en el imaginario mexicano, entre la mujer que se fue con
los españoles y los tlaxcaltecas que estableció alianza con los mismos.
Dicha alianza ha sido por siglos el reclamo que los
otros mexicanos le hacen a los tlaxcaltecas, el estigma de su pueblo, y que,
según una mujer entrevistada, es lo que explica la difícil relación de esta entidad
federativa con el resto del país y el hecho de que Huamantla sea una ciudad
abierta al resto del mundo de una manera excepcional. Durante el trabajo de
campo, encontramos que sus artistas han expuesto en corea y Japón, que sus
mujeres bordadoras del manto de la Virgen tienen vínculos con Suiza; que en la
casa de la cultura hay exposiciones que vienen de países europeos, que los
niños cantores de Viena, en su paso por México hicieron un concierto en
Huamantla; incluso un albañil entrevistado en la periferia nos contó que estuvo
un año en arabia trabajando en la construcción.
El discurso nacionalista en México privilegia el
mestizaje como característica central de los que se llaman mexicanos. En
Huamantla el pasado indígena es otomí y náhuatl, pero poco queda de la cultura antigua
en la memoria. Lo que existe se hace patente en algunos objetos prehispánicos
en los museos, en los nombres o apellidos de algunas personas y en el orgullo
con el cual su cronista explica el Códice de Huamantla.
A pesar de los orígenes prehispánicos, en general, se
privilegia la tradición española. Son católicos de gran devoción y asiduos de
la fiesta taurina, dos prácticas que vienen de la península Ibérica. Y aunque
la cultura originaria le da sustento a las expresiones de religiosidad popular
y existen los magueyes y el pulque, poco se conserva de los referentes náhuatl
y otomí, del idioma que hablaban los antepasados. Ahora la comunidad se
comunica en español.
La memoria, la identidad y el patrimonio local se
encuentran fuertemente enraizados en el catolicismo y la hispanidad. La fiesta
taurina, la celebración de la Virgen y el arte efímero que se produce en honor
a la patrona del pueblo constituyen el patrimonio local y se expresan en el
paisaje. La entrada a la ciudad tiene por monumento un toro, hay murales que
representan a la huamantlada, la fiesta más importante es católica, hay
monumentos de obispos y del Papa Juan Pablo II.
En un lugar donde el emblema es Huamantla, Heroísmo, progreso, trabajo, la Virgen de la caridad es
la heroína por excelencia del lugar. En el libro Virgen de la caridad arte, seda y oro, se relatan algunas de sus
hazañas, entre las que destacan sus gracias durante la intervención
norteamericana, cuando le pidió a una mujer “defender su templo de los saqueos
del ejército invasor al mando del Capitan Walker” y que ésta “bajó con una
tenaza y un tizón encendido, se acercó a un cañón, y encendió la mecha causando
numerosas bajas al ejército estadounidense”, ocasionando que los
norteamericanos se retiraran a Puebla (Minujin y Rodriguez, 2011: 22).
También intercedió en favor de Porfirio Díaz durante la
batalla de Tecoac, librada contra Lerdo de Tejada. Minujin y Rodriguez (2011:
24-25) narran que la Virgen de la Caridad le concedió el milagro a don
Porfirio, de que ante la inminente derrota de su ejército, llegaran tres mil
hombres de refuerzo, con lo cual obtuvo la victoria. Una semana más tarde y
para cumplir la promesa que le había ofrecido a la Virgen, Porfirio Díaz le
regaló una palma de oro en agradecimiento. Sin embargo, en 1917, Zepeda, uno de
los revolucionarios se la robó. Poco después del sacrilegio, el hombre murió en
una maniobra militar. Durante este periodo, la Virgen también defendió a la
localidad del grupo revolucionario del coronel Rutilio Espinoza que nunca pudo
tomar Huamantla.
La devoción a la Virgen de la Caridad tiene muchas
manifestaciones. Una de las más destacadas es el hecho de que cada año, entre
los meses de mayo y agosto, se reúne un grupo de bordadoras, bajo el liderazgo
de Carito Hernández Castillo, para hacer el manto y el vestido la Virgen
estrena cada año en las fiestas de agosto. La tradición viene desde 1878 iniciada
por la abuela española de Carito (Minujin y Rodriguez, 2011: 29).
A principios de 2013, las bordadoras del manto de la Virgen
se involucraron también en un proyecto para representar la esencia de la
localidad en tela. La iniciativa liderada por la suiza Katharina Von Arx, consiste
en hacer lienzos donde queden plasmadas ciudades de todo el mundo. El resultado
fue expuesto entre marzo y junio en la casa de la cultura, bajo el título de
“Historias de Ciudades”, junto con otros de Suiza, Estados Unidos, Burkina
Faso, Israel, Perú y México.
El lienzo representativo de Huamantla está firmado por
las bordadoras del manto y el vestido de la Virgen de la Caridad, misma que
aparece en el centro de la imagen. El cuadro- textil refleja todos los símbolos
de identidad de Huamantla. Además de la Virgen
y de la basílica, aparece el Volcán La Malinche, los campos sembrados de maíz y
magueyes, símbolos prehispánicos y globos aerostáticos que en los últimos años
se han convertido en una oferta turística, los títeres y la compañía de los
hermanos Rosete Aranda, la feria, los tapetes, la huamantlada, las corridas de
toros, el quiosco de la plaza central y el edifico del ayuntamiento.
No aparece
el escudo con las palabras trabajo, el heroísmo y el progreso, sin embargo, en
la esquina superior derecha aparece el distintivo de pueblos mágicos y debajo
de él, las palabras Huamantla pueblo mágico.
El texto que acompañó la presentación de este textil sintetiza
los elementos centrales de la identidad local[4]:
HUAMANTLA TODA UNA TRADICIÓN
La Heroica ciudad de
Huamantla, Municipio del Estado de Tlaxcala, Pueblo Mágico de México, de origen
mestizo, Nahuatl, Otomí y Español, su nombre primitivo fue
"CUAUHMANTLAN" (lugar de árboles juntos o formados) que a partir del
20 de mayo de 1528 Carlos 5º la designa con el nombre de Pueblo de San Luis
Huamantla.
Se ubica en la falda
noreste del volcán "Matlacueye" (el de las faldas azules) conocido
como Malintzi".
Huamantla un pueblo con
tradición de gente noble de campo, de trabajo arduo con empeño de superación,
lugar donde los que se van han de regresar con los años para vivir en paz y los
que se quedan no dejan morir la esencia tlaxcalteca.
Desde hace años esta
población se caracteriza por ser una de las entidades del país con tradiciones
y costumbres emblemáticas culturales y artísticas tanto religiosas como
civiles, siendo la fusión de estas una alegoría que durante su feria en el mes
de agosto brillan en los diferentes escenarios de la ciudad y fiestas patronales de sus pueblos rurales,
tiempo en el que todos los sentidos no solo de los huamantlecos si no también
el de los visitantes palpitan en torno a la milagrosa imagen de la Asunción de
María, para nosotros, la "Virgen de la Caridad".
Año con año se viste la
imagen con ropas únicas de la realeza celestial, bordadas de seda y oro por
manos piadosas de las bordadoras que dedican su tiempo por meses como ofrenda,
para que el 14 de agosto salga en procesión recorriendo las calles de la ciudad
sobre tapetes de flores y aserrín de colores y cubriéndonos con su manto de
bendiciones, conociendo a esta tradición como la noche que nadie duerme, además
durante los treinta días podemos admirar las artísticas alfombras en el Atrio
de la basílica de la Caridad.
Durante un mes de
festejos disfrutamos entre otras cosas, de eventos tradicionales como
conciertos de las orquestas sinfónicas y típicas, corridas de toros, carreras
de carcachas, juegos mecánicos, el festival internacional del títere cuna de
este arte en América, charreadas, el encierro de más de 20 toros bravos por las
calles en las que participan propios y extraños conocido como la
"huamantlada", la gastronomía de la región, los globos de papel de china,
cultura, arte, color y alegría.
Si pudiéramos plasmar
todo lo que sentimos y vivimos los huamantlecos, no alcanzarían diez lienzos
como este; para representar nuestra cultura, historia y tradiciones como lo
hacían nuestros antepasados Otomíes en el lienzo de Huamantla, conocido por
fundaciones internacionales como el Códice más grande del mundo en su técnica.
Para el grupo de
bordadoras del vestido y el manto de la Virgen de la Caridad que coordina la
Maestra Carito, ha sido toda una aventura realizar este trabajo, uniendo
talentos, arte, emoción, fe y devoción queriendo con esto preservar en el
tiempo y mostrar al mundo lo que son nuestros pueblos de México.
El cronista
Para hablar del intelectual en el microcosmos, hay una figura que
destaca en la ciudad de Huamantla. El cronista Don José Hernández Castillo, uno
de los personajes más reconocidos y valorados en la localidad.
Tal vez no se trate de un intelectual en el sentido estricto, pero si de
un hombre ilustrado, un ávido lector, amante del Quijote y del Cid y un
referente ampliamente reconocido por la población. Ha sido por muchos años la
persona encargada de pensar la comunidad y recuperar su identidad.
Fue el cronista de la ciudad desde 1984 hasta 2011[5];
fue regidor en dos ocasiones, en 1972 y en 1984, y durante el periodo de 1989 a
1991 fue presidente municipal de filiación priista. De profesión es mecánico,
al igual que su padre y que su abuelo; su creatividad se hace presente con sus
ideas, con sus iniciativas y con los objetos que hace para contribuir a los
eventos religiosos de la comunidad. Quizá una de las cosas que más destaca es
que Don José, al igual que su pueblo, es un hombre profundamente religioso. Vive
a espaldas de la Basílica de la Caridad e incluso nos cuenta, que su familia le
donó terrenos al templo.
Don José es un personaje muy reconocido en el lugar. Se le puede ver en
un pequeño video histórico en youtube, se le puede escuchar en el radio para
promocionar la fiesta de la localidad; es el constante referente para la población
cuando alguien pregunta por la historia del lugar, los estudiantes acuden a él
para los trabajos de la escuela. Incluso, la escritora Luciana Toulet, en su
libro Breve Historia de Huamantla, le reconoce y agradece la
información plasmada en el documento.
En el museo del títere hay un espacio con las personas ilustres de
Huamantla. Ahí, junto con otros siete, aparecen don José y su hermana Carito,
la líder de las mujeres bordadoras del manto y del vestido de la Virgen. Don
José fue, además, uno de los fundadores del museo taurino[6] y en el
museo de la ciudad se exponen, entre otros, objetos que él donó, algunos de los
cuales encontró en el campo. Es significativo, además, que tiene llaves del
museo taurino, donde se guardan los archivos de la localidad.
La casa de don José está llena de libros, de pinturas murales, de
diplomas, de inventos suyos y de su padre. Tiene fotos con personajes ilustres
de la política nacional. Tres expresidentes: Miguel de la Madrid, Carlos
Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo aparecen con él; también la que fuera
gobernadora de Tlaxcala y presidenta del PRI, Beatriz Paredes aparece desde muy
joven en las fotografías.
Como cronista de la ciudad, don José relata la historia del lugar y en
su narración destacan tanto los valores locales, como la situación que se
deriva de intentar engranar a los acontecimientos de Huamantla con los
nacionales.
Lo primero que transmite don José es la profunda religiosidad, las
diferentes entrevistas con él han estado enmarcadas en algún acontecimiento
religioso al que hay que atender ritualmente antes de entrar en materia
histórica: el día de la Santa Cruz, la procesión del Santísimo, la veneración
de la Virgen de la Caridad, etcétera. La identidad gira, en primer término,
sobre la fe.
Después, al hablar de Huamantla hace énfasis en que la
ciudad ha sido tres veces heroica. La primera fue una batalla contra los
españoles, en tiempos de la conquista[7];
la segunda en una batalla contra los estadounidenses[8],
en tiempos de la intervención norteamericana en México; y la tercera en tiempos
de Don Porfirio, poco antes de que este se convirtiera en presidente, misma que
derivó en que el presidente le regalara una palma de oro a la Virgen[9].
De la batalla en tiempos de la conquista destaca que
aunque los indígenas fueron derrotados, lo más importante de esta batalla fue
que se desmanteló el mito que tanto intimidaba a los pueblos originarios,
aquella idea de que hombre y caballo fuesen un mismo ser.
Asociado a la invasión norteamericana, don José le da
particular relevancia a la anécdota protagonizada por la hija de una de las
principales familias del lugar, los Bretón, unos hacendados que simpatizaban
con el movimiento insurgente (y que mandaron a traer de España al que fuera su
bisabuelo para que les administrara la hacienda). Los Bretón casaron a sus tres
hijas con distinguidos miembros de la causa. La menor, María Antonia, llamada
Tonchita, se casó con Manuel Fernández Félix, mejor conocido como Guadalupe
Victoria, primer presidente de México y fundador del Congreso de la Unión.
Cuando él estaba muy enfermo se fueron a vivir a Perote, donde él hizo su
testamento y dejó dicho que al morir se le retiraran las vísceras y mandaran su
corazón a Durango. Tonchita le cumplió el deseó y guardó las vísceras en un
frasco con formol y otros alcoholes, y lo colocó encima del piano. Tiempo
después, los norteamericanos invadieron primero Huamantla, el 9 de octubre de
1847 y después Perote. Ambas ciudades fueron saqueadas. Al llegar a la segunda,
los invasores se instalaron en la casa del difunto Guadalupe Victoria y se
hicieron dueños de todo lo que tenía ahí. El frasco con las vísceras estaba en
el piano con líquido. Al destaparlo sintieron el olor a coñac y los capitanes
se lo tomaron. Amanecieron muertos. Entonces, relata el cronista de la ciudad,
“gana Guadalupe Victoria su última batalla muerto, como el CID”.[10]
Uno de los grandes íconos de la historia nacional es
Don Benito Juárez y ello queda reflejado en los diferentes espacios de la
ciudad. Antes de que Huamantla se llamara Heroica
Ciudad de Huamantla, se llamaba Huamantla
de Juárez. Sin embargo, la historia oficial contrasta con las narraciones
del cronista de la ciudad, que luego escuchamos repetidas por el presidente local
del programa de pueblos mágicos, donde nos cuentan que no hubo una buena
relación entre la ciudad y dicho personaje.
Dice que cuando Juárez iba huyendo fue capturado y
encarcelado en Huamantla. Entonces, les pidió a los locales que lo dejaran
escapar y no lo hicieron; incluso lo pasearon prisionero por el pueblo, antes
de llevarlo a San Juan de Ulúa. Juárez quedó resentido con el lugar y años
después redujo el territorio de Tlaxcala en favor de Puebla.
A partir de esto busqué sin éxito fuentes históricas
que corroboraran la historia. La narración del cronista contrasta con lo que se
transmite en el ámbito académico. En una en entrevista con el historiador Arturo
Gálvez, el investigador señala que el uso de tonos ofensivos no era el estilo de Juárez. “Aunque hubiese sido exgobernador de Oaxaca, poca gente
lo conocía y nadie le hacía caravanas por su condición de indio. Hay muchas
anécdotas respecto a la discriminación de la cual fue víctima aun siendo
presidente, excepto que lo conocieran, nadie podía imaginar que fuese un hombre importante.” Aunado a lo
anterior Gálvez señala no tener referencia de que Juárez haya estado prisionero en Tlaxcala. Con respecto al territorio,
“Juárez fue un presidente escrupuloso con la legalidad, por lo que procuró en
todo momento la aplicación de la Constitución (..), no estaba en sus facultades
otorgar o quitar territorio a una entidad, esta decisión correspondía al
Congreso”.
Otras fuentes que narran la historia
regional, como los libros de Cuellar (1968: 203-206) y Rendón (2010: 70-72), hablan
de la discusión y de las gestiones para convertir a Tlaxcala en un estado libre
y soberano de la República; para mantenerlo separado de Puebla y para que fuese
más que un departamento o territorio, a pesar de su tamaño pequeño y su escasa
población; pero nada dicen de una reducción del territorio tlaxcalteca.
Independientemente de la veracidad de los hechos, que
don José atribuye a la historia oral, es importante considerarlos como parte de
los imaginarios históricos de la ciudad y de las historias que se cuentan en la
localidad. Ante la pregunta de por qué se honra a Juárez, si la relación no fue
afortunada, el cronista de la ciudad responde que es por la importancia que le
dio Don Porfirio, quien admiraba mucho a Juárez. Él fue el que le dio a Benito
Juárez el lugar que hoy tiene en la localidad. Sin embargo, en un recorrido por
el lugar, se puede constatar, que los homenajes a Juárez no solo datan del
siglo XIX, sino que llegan al presente, incluso con una estatua puesta durante
la gestión del último gobernador.
En el parque Juárez, le pregunto a los ciudadanos que
pasean por ahí si saben por qué en Huamantla le hace honor al Benemérito de las
Américas. Uno tras otro dicen que no; algunos se disculpan por no saber de
historia, otros afirman que no son nativos del lugar, otro más incluso se
sorprende pues nunca se lo había preguntado.
Las contradicciones históricas de la nación tienen sus
correlativos materiales. Otro relato es que la plaza principal, el parque
Juárez tiene mucho de jardín porque a Maximiliano le gustaban los jardines y que
algunas veces pasó por ahí. En una de las casas que se encuentran en la plaza
principal hay incluso una placa: “En esta casa grande se hospedó en diciembre
de 1866 el emperador Maximiliano, pero decepcionado porque el pueblo que
secundaba la actitud de los liberales que no simpatizaban con su causa”.
Un visitante entrevistado narra que el año pasado
asistió en Huamantla a un concierto que ofrecieron los niños cantores de Viena
y que se sorprendió porque al presentarlos, el maestro de ceremonias, hizo un
discurso donde se rememoró y glorificó a Maxilmiliano de Habsburgo como uno de
los personajes ilustres para el pueblo.
En su relato, el cronista de la ciudad cuenta que
después de muerto Maximiliano, cuando Carlota iba de regreso a Europa, su carreta
tuvo un problema con una de las ruedas. Para no esperar la compostura, ella
prosiguió en la carreta de su médico y él se quedó. El abuelo de don José, que
era carrocero de Xalpatlahuaya, fue justamente quien reparó la carreta. El
médico, acompañado de su hija, se quedó en Huamantla, al igual que la carreta.
Paradójicamente la guardaron por varias décadas junto a la carreta de Juárez en
el curato, donde después fue la escuela Benito Juárez, a la que asistió don
José. Durante ese tiempo, dichas carrozas se utilizaban en las procesiones,
pero en 1945-46, se las llevaron a México, al Museo de las Intervenciones y al Museo
Nacional de Historia.
El médico de Carlota se hizo de grandes amigos en
Huamantla, donde estableció vínculos a partir de que su hija se casó con un
local. A él atribuye, don José la herencia cultural de su persona y de los
huamantlecos. Si el doctor tenía un amigo médico, le regalaba libros europeos de
medicina, si tenía un amigo mecánico, le regalaba libros europeos de
ingeniería. Así, este ilustre personaje fortaleció a una comunidad que poco a
poco se hizo ilustrada y que llegó a tener grandes logros, entre los que
destaca el de José María Castillo, quien en 1885 fotografió el cráter Kepler de
la luna, varias décadas antes de que lo hiciera la NASA.
Al igual que el discurso de su cronista, el espacio
urbano de Huamantla está lleno de referencias decimonónicas. Muchas de sus
calles llevan nombres de héroes del momento como Reforma, Insurgentes,
Matamoros, Morelos, Allende, Aldama o 5 de mayo. Los nombres revolucionarios aparecen
más bien en las comunidades de la periferia, no en la ciudad.
Huamantla parece haber tenido una relación privilegiada
con Porfirio Díaz y se habla con orgullo de él. En el Museo de la Ciudad se
narra su victoria en Tecoac y en letras muy pequeñas, al interior de un folleto
expuesto se aclara que aunque “Díaz promovió con muy buenas intenciones al
luchar por los derechos de los mexicanos, sin embargo después, como sucede en
la mayoría de los casos, el poder lo cegó y enfermó a tal grado que su gobierno
fue duramente criticado y al final derrocado”.
En la misma casa de la plaza donde se hospedó
Maximiliano, la placa explicativa también señala que: “También fue habitada por
el General Don Porfirio Díaz, antes de la toma de Puebla en 1867, cuando se
encontraba organizando el contingente con el que ganó la famosa batalla del 2
de abril en Puebla”.
En el marco de una sociedad tan religiosa y con un
vínculo tan fuerte hacia el catolicismo, uno de los motivos que pudo llevar a tener una buena imagen de Porfirio Díaz fue
el hecho de que, como lo señala Arturo Gálvez[11],
fue tolerante hacia el culto católico y la jerarquía
eclesiástica, durante su mandato. Cuestión que además se ve fortalecida por la
anécdota de que Don Porfirio le regaló una palma de oro a la Virgen de la
Caridad.
Cabe destacar que el robo de dicha palma es una de las
pocas referencias al periodo de la Revolución Mexicana, que no se hace muy
patente ni en el Museo de la Ciudad, ni en el discurso del cronista, ni en lo
escuchado durante las visitas a campo, ni en los nombres de las calles y de las
plazas. En cierto sentido, en la memoria de Huamantla domina el siglo XIX.
El periódico El Sol de Tlaxcala, en su edición del 19
de octubre de 2011, publica una nota sobre las conmemoraciones de los 477 años
de la fundación de la localidad, donde se relatan los acontecimientos
encabezados por el entonces presidente municipal Carlos Ixtlapale Gómez, quien
“recordó
a ilustres personajes, como Maximiliano, Porfirio Díaz, Benito Juárez García,
Hernán Cortés, entre otros, quienes por sus distintas acciones dieron cultura e
identidad propia al municipio.” Al hablar de la historia y la identidad local
señaló que "El arraigo cultural del Huamantla se ha labrado en importantes
fechas y acontecimientos desde la época prehispánica, de conquista, virreinal,
hasta nuestra actualidad, que se ha caracterizado por la valentía de cada uno
de sus actores" (El sol de Tlaxcala, 2011).
Conclusiones:
Los intelectuales han tenido un papel central en la
configuración de un imaginario nacional, que ha servido para la consolidación
de los grupos hegemónicos, tanto en el ámbito de la capital como en los
espacios periféricos, aunque en estos últimos, el alcance de los discursos tenga
un radio de influencia menor.
Si bien, las comunidades se producen con la unión entre
un grupo de individuos, el país y la nación se crean a partir de la unión de
espacios locales, que tienen sus propias historias y que buscan insertarse en
el gran relato común a los habitantes de las treinta y dos entidades
federativas que han habitado el territorio nacional durante los últimos
doscientos años. Considero que así como se rescatan las narrativas de los
sujetos que quedan marginados de los discursos oficiales, también es importante
recuperar las de los espacios que no son centrales.
Las ideas se traducen en prácticas, y éstas derivan en
costumbres, luego en tradiciones y en forma parecida a como se va entrelazando
un hilo con otro, se va confeccionando la identidad local, semejante a la
manera en que las bordadoras del manto de la Virgen hacen pacientemente una
obra que se convierte en el símbolo de una comunidad.
La identidad de Huamantla está primordialmente en
función de la religiosidad y después construye su lugar a partir de la historia
nacional. Con el tiempo, los símbolos pasan a formar parte de una estructura de
consumo, que sueña con alcanzar el desarrollo local a partir de promover el
turismo. Y para ello, no hace falta tomar postura ante el pasado. En Huamantla
se refleja la simplificación que suele hacer la historia oficial sobre el
pasado y sus personajes, a quienes se tiende a considerar en forma maniqueísta.
El asunto va más allá de meter en el mismo saco a quienes en su momento
resultaron enemigos; el discurso institucionalizado de la memoria no reconoce
la multidimensionalidad de los sucesos, los diversos enfoques que los
atraviesan, las ideologías y tampoco las implicaciones espaciales. El que fuera
héroe para la capital del país, no necesariamente benefició a las provincias, y
viceversa. Desde el punto de vista ideológico, social y territorial, para ganar
unos, tienen que perder otros. Sin embargo, en el marco del consumo, basta con
que sea alguien famoso, para poderlo convertir en un objeto de interés
turístico.
Bibliografía:
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Tlaxcala. México. Universidad Nacional Autónoma de México.
Anderson Benedict (2007) Comunidades
imaginadas. México. Fondo de Cultura Económica. 315p.
Barnes, Trevor y Duncan James (eds.),
(1992). Writing
Worlds, London, Routledge.
Braunstein
N., (2004). “Existe
el sentido pero no el Sentido del sentido en el que el sentido nos hace creer”. Seminario "La cultura en el diván". UNAM. [En línea] http://www.nestorbraunstein.com/.
Colmeiro José (2005). Memoria histórica e identidad cultural. De
la postguerra a la postmodernidad. Barcelona.
Editorial Anthropos. 286p.
Cuellar
Bernal René (1968) Tlaxcala a través de los siglos. México. Costa- Amic Editor.
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Duncan James (1990). The city as text: the politics of lanscape interpretation in the
Kandyan kingdom. Cambridge.
Cambridge University Press.
El sol
de Tlaxcala (2011). “Cumple Huamantla 477 años de fundación” en: El
sol de Tlaxcala. 19 de octubre de 2011. [En línea] http://www.oem.com.mx/
elsoldetlaxcala/notas/n2273381.htm
Fuentes
Diana (2013) “Antonio Gramsci: El Estado y el intelectual orgánico”. Inedito
presentado en el Seminario
Prácticas de Inclusión-Exclusión en la Configuración de los Imaginarios Mexicanos el 3 de septiembre de 2013.
Halbwachs Maurice (2004). Los marcos sociales de la memoria.
Barcelona. Editorial Anthropos. 431p.
Hobsbawm Eric (2004) Naciones y nacionalismo desde 1780.
Barcelona. Crítica.
Minujin Alicia y Rodriguez Leila
(2011) Virgen de la Caridad arte,
seda y oro. Tlaxcala. Editorial
Página 4.
Rendón Garcini Ricardo (2010)
Historia Breve de Tlaxcala. México. El Colegio de México. 217p.
Toulet Luciana (2008) Breve Historia de Huamantla. Tlaxcala.
Colegio de Historia de Tlaxcala y Presidencia Municipal de Huamantla.
Algunas cápsulas y entrevistas a don
José Hernández Castillo
http://www.sndigital.mx/index.php/entrevistas/28620-jose-hernandez-castillo-cronista-de-la-ciudad-de-huamantla.
http://www.youtube.com/watch?v=PufZ4rgomk8
http://www.youtube.com/watch?v=WRW0n_5V71k
http://www.youtube.com/watch?v=sM8gdw2VPT0
[1] De acuerdo con el Censo de Población y
Vivienda de INEGI, 2010 tiene 51 996 habitantes.
[2] Entrevista con José Hernández
Castillo, Cronista de la ciudad de Huamantla. Miércoles 14 de Agosto de 2013
16:14. SN radio Digital. Tlaxcala. Disponible en http://www.sndigital.mx/index.php/ entrevistas/28620-jose-hernandez-castillo-cronista-de-la-ciudad-de-huamantla.
[3] Por ejemplo, los libros de Diego Muñoz
Camargo (2003) Historia de Tlaxcala. España. Dastin; y el de José María Buceta
(2009) Tlaxcala. El Aliado de Hernán Cortés. España. Dykinson.
[4] En la presentación no se indica quién es el autor del texto que se
presenta a continuación, pero por el contenido del mismo, asumo que fue
redactado por las mismas bordadoras del manto y el vestido de la Virgen de la
Caridad.
[5] Le sucedió Manuel de la Vega, el director
de la casa de la cultura, pero ya renunció. Actualmente no hay cronista
oficial, pero se reconoce a José Hernández Castillo como tal.
[6] En la página web del Museo
Taurino se afirma que “El Museo Taurino de Huamantla surge a iniciativa de varios aficionados la
mayoría miembros de la Peña Taurina Huamantla, encabezados por Miguel Corona
Medina, Eduardo Bretón González y José Hernández Castillo, entre otros”. Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo
Taurino
http://taurino.tlaxcala.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=88&Itemid=28
[7] El
primer momento heroico de la Ciudad de Huamantla sucedió en tiempos de la
conquista. En aquel momento no se trataba de la ciudad que conocemos hoy en día
sino del señorío de Tecoactzingo. Los españoles entraron en dicho territorio y
lucharon contra tlaxcaltecas y otomíes en la cañada del río Tecoac (Toulet,
2008: 7).
[8] El
segundo momento heroico fue en 1847, durante la intervención norteamericana,
cuando el general Antonio López de Santa Ana tenía en su cuartel general en
Villa de Huamantla y su tropa acampaba en el lugar. De acuerdo a como se narra
en el museo de la ciudad[8]
los voluntarios locales defendieron su territorio y mataron al capitán Walker,
jefe de la caballería norteamericana e inventor del primer revólver
norteamericano. Por su parte, Minujin y Rodriguez (2011: 22) afirman que un
grupo de civiles comandados por el capitán Eulalio Villaseñor levantaron
“barricadas en las entradas de la ciudad y en los edificios más altos, desde
donde repelieron los intentos de asalto”. El mismo evento narrado por Rendón
(2010: 71) afirma lo siguiente: “destaca el sitio sufrido por la ciudad de
Huamantla en octubre de 1847, debido a la participación heroica que en su
defensa hizo un grupo de mujeres al lado de las fuerzas armadas comandadas por
Eulalio Villaseñor.”
[9] La
tercera mención al heroísmo local fue durante la batalla de Tecoac, que según
las palabras plasmadas en el museo de la ciudad “Porfirio Díaz logró derrotar a
las fuerzas de Lerdo de Tejada en Tecoac (6km al norte de Huamantla, Tlaxcala),
el 16 de noviembre de 1876, con lo que accedió al supremo cargo de la República”.
[10] Historia relatada por don José Hernández
Castillo, en parte narrada, en parte leída del libro de Márquez Montiel Joaquín
(1963) Datos raros sobre caudillos de la
independencia. Editorial Jus S.A. México. Pág 72-73
[11] En entrevista. Julio de 2013.
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