El Estado mexicano surge de una Revolución, y como tal, su creación, sentido y existencia se decidió en la interpretación de ese acontecimiento. Tanto el Estado y la nación mexicanos se instauraron concibiéndolos desde diferentes ideologías e intereses como el proyecto surgido de esa revolución. En este espacio registraremos la investigacion de esas diversas perspectivas ideológicas, culturales e imaginarias.

lunes, 28 de octubre de 2013

El intelectual en el microcosmos

Liliana López Levi

Me parece pertinente reflexionar sobre la construcción de la identidad en el microcosmos, en el ámbito local, ya que por su tamaño permite observar las dinámicas de construcción de la identidad e interpretación de la historia en un espacio más acotado.

El caso del pueblo/ciudad de Huamantla hace patente la simplificación que suele hacer la historia oficial sobre el pasado y sus personajes, a quienes se tiende a considerar en forma maniqueísta. El asunto va más allá de meter en el mismo saco a quienes en su momento resultaron enemigos; el discurso institucionalizado de la memoria no reconoce la multidimensionalidad de los sucesos, los diversos enfoques que los atraviesan, las ideologías y tampoco las implicaciones espaciales en los sucesos. El que fuera héroe para la capital del país, no necesariamente benefició a las provincias y el que siguió los intereses de los liberales opacó a los conservadores. Desde el punto de vista ideológico, social y territorial, para ganar unos, tienen que perder otros. Con ello es difícil sostener la posibilidad de una identidad común.

Desde el proyecto nacionalista mexicano, hasta el neoliberalismo que delinea las políticas públicas de la actualidad, la identidad en Huamantla, Tlaxcala, se produce y reproduce a partir de una serie de imaginarios, donde quedan reflejados los valores, las creencias, las prácticas religiosas, la historia local y del lugar que ocupa la ciudad con referencia al centro del país.


Por medio de la figura del intelectual en el microcosmos, el presente trabajo busca reflexionar sobre el papel que tienen ciertos personajes claves desde el punto de vista cultural en la producción, reproducción y transformación de la identidad local. En particular, se aborda el caso del cronista oficial, uno de los hombres más reconocidos por la comunidad local y cuyo discurso se ve reproducido por otras instancias de la identidad y la memoria. El texto se desarrolla en tres partes. La primera aborda los marcos socio-territoriales de la memoria y el papel del intelectual orgánico; la segunda hará una breve descripción sobre la identidad de Huamantla y los símbolos mediante los cuales se reproduce y en la tercera parte se habla del caso del cronista de la ciudad.

Promocional de la fiesta anual del pueblo de Huamantla, conocida 
a nivel internacional como "La noche que nadie duerme."

Introducción

La nación mexicana se ha construido predominantemente desde el centro del país, desde la cuenca de Anáhuac, donde hoy está la Ciudad de México y antes estuviera México-Tenochtitlán. Lo demás, por mucho tiempo fue periferia, una periferia que poco a poco se ha ido incorporando con mayor fuerza en la estructura del Estado, pero que sigue estando, en muchos sentidos, en segundo plano.

Diversos estudios insertos en el seminario que nos ocupa muestran el papel dominante de los intelectuales de la capital del país en la configuración de los imaginarios nacionales, aunque durante las grandes rupturas de la historia (independencia, revolución) otros fueron los lugares protagonistas de la acción. Independientemente de la diversidad territorial, lo mexicano se extiende estandarizando las culturas locales y favoreciendo prácticas sociales que benefician a los grupos/lugares dominantes. La identidad es, pues, el punto medular para unir a la población en favor de un proyecto político. Se trata de un sentimiento de pertenencia para aglutinar a una comunidad, que es esencialmente diversa. Es un vínculo que al moldearse, justifica ideas, acciones y omisiones.

La identidad es aquello que le da sentido a la unión de un grupo social y a su distinción frente a otros. Sin embargo, la identidad no es algo estático, es algo que se construye y que se transforma; es dinámica y depende de múltiples factores, entre los que destacan aquellos propios de las dimensiones espacio-temporales. Si consideramos que no todo el país es centro, cabe entonces preguntar ¿cómo se ha construido la identidad desde la periferia y desde lo local?

En este punto destaca el papel de ciertos actores sociales, cuya autoridad política o moral tiene mayor fuerza que la del resto de la población y por ende les permite tener un carácter dominante en la configuración de la identidad. Tradicionalmente los intelectuales han desempeñado un liderazgo importante en la construcción de los imaginarios que le dan sentido a la unión de la población, en función de una ocupación territorial.
Lo mexicano se construye a partir de un conjunto de discursos que buscan la unidad nacional y que se expresan de diversas formas, en lo oral, en lo escrito, en el paisaje y en ciertos objetos y prácticas sociales que fungen como símbolos de la identidad. Con base en ello surge la inquietud sobre el papel de los intelectuales en la producción de dichos discursos y en el establecimiento de las pautas de interpretación.

La identidad, en general, y la forma como operan sus símbolos, en particular, varían de un lugar a otro. Las percepciones, interpretaciones y acciones que la sociedad produce ante y en nombre de un imaginario común tienen sus especificidades locales y los elementos que se ponen en juego establecen vínculos a múltiples niveles y bajo múltiples parámetros. Algunos factores son más relevantes, visibles e influyentes en algunos sitios y otros lo son en otros. Se trata de un complejo sistema de relaciones, que a veces es difícil abordar en su totalidad.
Es por eso que me parece pertinente reflexionar sobre la construcción de la identidad en el microcosmos, en el ámbito local, ya que por su tamaño permite observar las dinámicas de construcción de la identidad e interpretación de la historia en un espacio más acotado.

El caso del pueblo/ciudad de Huamantla hace patente la simplificación que suele hacer la historia oficial sobre el pasado y sus personajes, a quienes se tiende a considerar en forma maniqueísta. El asunto va más allá de meter en el mismo saco a quienes en su momento resultaron enemigos; el discurso institucionalizado de la memoria no reconoce la multidimensionalidad de los sucesos, los diversos enfoques que los atraviesan, las ideologías y tampoco las implicaciones espaciales en los sucesos. El que fuera héroe para la capital del país, no necesariamente benefició a las provincias y el que siguió los intereses de los liberales opacó a los conservadores. Desde el punto de vista ideológico, social y territorial, para ganar unos, tienen que perder otros. Con ello es difícil sostener la posibilidad de una identidad común.

Desde el proyecto nacionalista mexicano, hasta el neoliberalismo que delinea las políticas públicas de la actualidad, la identidad en Huamantla, Tlaxcala, se produce y reproduce a partir de una serie de imaginarios, donde quedan reflejados los valores, las creencias, las prácticas religiosas, la historia local y del lugar que ocupa la ciudad con referencia al centro del país.

Por medio de la figura del intelectual en el microcosmos, el presente trabajo busca reflexionar sobre el papel que tienen ciertos personajes claves desde el punto de vista cultural en la producción, reproducción y transformación de la identidad local. En particular, se aborda el caso del cronista oficial, uno de los hombres más reconocidos por la comunidad local y cuyo discurso se ve reproducido por otras instancias de la identidad y la memoria. El texto se desarrolla en tres partes. La primera aborda los marcos socio-territoriales de la memoria y el papel del intelectual orgánico; la segunda hará una breve descripción sobre la identidad de Huamantla y los símbolos mediante los cuales se reproduce y en la tercera parte se habla del caso del cronista de la ciudad.

Los marcos socio-territoriales de la identidad

Unir a un grupo humano, sin perder la diversidad sociocultural es una tarea compleja, que ha sido central en la configuración de las naciones. El punto de partida es muchas veces territorial. Con ello, podemos iniciar por establecer que lo común que tienen un grupo de individuos es el lugar que habitan. De ahí se asume que comparten otras cuestiones como la lengua, la etnicidad, la religión, las costumbres, las tradiciones, los símbolos y los valores; que por un motivo u otro resulta conveniente destacar/simular en función de los elementos convergentes y no de los divergentes.

Así como las comunidades se conforman a partir de la unión de los individuos, un país se conforma con base en la unión de lugares concretos. Sin embargo, el resultado es algo más que la suma de individuos y la suma de lugares. La nación, su formación, consolidación y transformación se da a partir de los vínculos entre los elementos presentes y a partir de la relación entre diversas escalas. Es decir, desde lo global hasta lo local se produce una correlación de fuerzas, de manera tal que la identidad se construye no solo a partir de lo que piensan los integrantes de un grupo social sobre sí mismos, sino de cómo son percibidos por los otros y de las interacciones que se generan entre el ámbito local y el nacional.

Dicho en palabras de Anderson (2007), las naciones se forman a partir de comunidades imaginadas y se configuran como tales cuando se aglutinan en torno a ciertas identidades, construidas con base en elementos que se establecen como comunes, que Hobsbawm, en su libro Naciones y nacionalismo desde 1780, denomina protonacionalismos. Es decir, aquellos lazos sociales en función de los cuales se construye la pertenencia colectiva, como la lengua, la etnicidad y la religión

Ahora bien, ¿cómo se construye este imaginario común? Si retomamos la idea de
Maurice Halbwachs (2004) sobre Los marcos sociales de la memoria, donde argumenta que la memoria se construye en forma colectiva, podemos decir que lo mismo ocurre con la identidad. La cohesión social es una acción colectiva y, por ende, no puede depender del individuo, sino de la interacción con los otros miembros de la comunidad. Así como los recuerdos se producen en el marco de una comunidad, los arraigos, los apegos, los símbolos de identidad, los valores y demás elementos de unión social se moldean a partir de un grupo humano que los mantiene como centrales. La diversidad, entonces, se construye predominantemente a partir del lugar en cuestión (y de lo local) y del momento histórico. Para Halbwacks, (2004:101) es en el marco de una sociedad establecida, que se recuperan los recuerdos y se producen los olvidos.

La religión, la etnicidad, la lengua, las tradiciones, el pasado común y el territorio ocupado son elementos que sustentan la identidad y que son interpretados bajo la estructura impuesta por un lenguaje común, por los valores, los sentimientos dominantes y los intereses que entran en juego. Todo ello le da sentido a una comunidad.
La identidad, parafraseando las afirmaciones de Halbwacks (2004) sobre la memoria, ocurre en el marco de una cosmogonía y de un sistema de convenciones. Como construcción social se encuentra influida por determinantes culturales, por aparatos e instituciones como el Estado, la Iglesia, la escuela o los medios de comunicación, que imponen generalmente un sentido ideológico.

En este sentido, la identidad sigue el mismo camino que Duncan (1990: 22) expresa para la memoria, es decir, que al igual que otros procesos sociales, se ve permeada por el poder; construye su sentido a partir del presente, desde donde reinterpreta el pasado para promover o inhibir ciertas prácticas sociales, económicas y políticas.

De aquí que los marcos socio-territoriales de la identidad sean más que el recuento de elementos en común que posee un grupo social, se trata de instrumentos de poder, generalmente dominados por las élites, a partir de los cuales la colectividad se reconstruye, se percibe y se interpreta a sí misma.

Para reforzar el proceso identitario de una comunidad se puede incluso llegar a inventar tradiciones y conformar una herencia cultural como fabulación de mitos; a enaltecer acontecimientos legitimadores del poder y a silenciar los recuerdos que no son convenientes para el grupo hegemónico (Colmeiro, 2005: 17). “Toda memoria está construida a base de silencios, mediaciones y parches que reconstruyen el pasado ajustándolo a las necesidades siempre cambiantes del presente” (Colmeiro, 2005: 25). Como imaginario social, la memoria se reconstruye y se reinventa constantemente (Colmeiro, 2005: 25). Una de sus funciones más importantes es la de crear una identidad colectiva, conformar una comunidad que, como dijera Anderson, es imaginada.

Lo anterior nos lleva a destacar que los elementos a partir de los cuales se une un grupo social son, como afirma Benedict Anderson (2007: 21), “artefactos culturales de una clase particular”, que se legitima con base en el establecimiento de pautas comunes con el resto de la sociedad. Son éstas clases dominantes las que  favorecen o dificultan ver las cosas en múltiples maneras, el hablar ciertas lenguas, el seguir ciertas tradiciones y acatar ciertas prácticas religiosas y culturales.

Es importante aclarar que aunque se reconoce el papel dominante de quienes tienen más poder en la configuración de los imaginarios, esto no quiere decir que el resto de la sociedad los asuma tal cual. Existe una correlación de fuerzas sociales, que lleva a transformar la realidad. Los imaginarios se configuran a partir de los vínculos sociales, donde entran en juego discursos, prácticas y acciones.

Las personas están unidas por un conjunto de ideas que les permite interpretarse como semejantes y esas ideas se comunican con base en los discursos.  Existen diversos tipos de narraciones, desde las que se expresan verbalmente, hasta las que se construyen simbólicamente y se manifiestan territorialmente.
De acuerdo con Barnes y Duncan (1992: 5) los discursos se presentan de diversas formas. Además de la expresión verbal y los textos escritos, están las pinturas, los mapas, las instituciones y el mismo paisaje. No se trata únicamente de algo que refleja a la realidad, sino que son productoras de significados.

Dentro del campo tan amplio y complejo que implica hablar de la producción de  discursos y significados, nos acotamos a continuación al caso de intelectual orgánico, que como afirma Diana Fuentes (2013: 2-3), “son quienes garantizan, primero, el consenso –la aceptación, la adopción y la sumisión– de la orientación impresa por el grupo dominante (…) Se trata de intelectuales que cumplen una función orgánica, es decir, son organizadores de grupos de hombres, dando cohesión a la vida político-social del Estado en su forma nacional.”

Para explicar su papel como productores de discursos y como personas que establecen las pautas para la interpretación, cabe retomar a Néstor Braunstein (2004), quien afirma que el sentido en un proceso de comunicación depende de varios factores. Entre ellos está la fuerza y contenido de las palabras o de los elementos que conforman dicho discurso y que contienen matices, de manera que la connotación depende de las palabras que elegimos. No es lo mismo hablar de los “campos de concentración” que de los “campos de exterminio”; no es igual denominar a un grupo humano como “desplazados”, que como “reubicados”. El orden semántico también puede cambiar el significado de una idea. No es igual decir “el campo de exterminio”, que “el exterminio del campo”. Sin embargo, cuando hablamos del intelectual orgánico hay un tercer elemento, señalado por Braunstein y que resulta fundamental. Es decir, las relaciones afectivas o de poder que se dan entre emisor y receptor. “Lo que está en juego no es el acierto de la proposición sino la fuerza de la transferencia; el efecto del sentido es un éxito de la sugestión. Su verdad, por ‘objetiva’ o científica que la frase parezca, no es referencial sino transferencial” (Braunstein, 2004: 4). Una persona que goza de un cierto prestigio y autoridad moral dentro de una comunidad tiene un mayor poder de ser escuchada y sus ideas tendrán un lugar más importante en la configuración de los imaginarios sociales. De aquí que los discursos mediante los cuales se construye la identidad local se ven moldeados por la relación entre los sujetos, que si retomamos a Foucault se construye a partir de vínculos asimétricos de poder.

La identidad de Huamantla, Tlaxcala

Huamantla es una ciudad con poco más de 50 mil habitantes[1], ubicada en el Estado de Tlaxcala. Se le reconoce por su tradición agrícola y ganadera; particularmente por la producción del pulque y por la cultura taurina. Se trata de un lugar donde el catolicismo está muy arraigado. La religiosidad llega su máxima expresión en agosto, en especial el 14 de agosto, cuando se celebra a la Virgen de la Caridad. Durante la que llaman la “noche que nadie duerme”, transita una procesión por las calles del centro. Como parte de la fiesta, hay feria, se ofician misas y se rezan rosarios, se reciben peregrinos, se confeccionan alfombras y tapetes, se queman fuegos artificiales, se baila, se hace música, se montan exposiciones y se sacan los toros a las calles.

Las alfombras se hacen diariamente, durante un mes, en el atrio de la iglesia, y en la noche de la fiesta, las calles por donde pasa la procesión se llenan de tapetes de aserrín. El cronista de Huamantla hace la distinción entre las alfombras y los tapetes. Las primeras son “las que se hacen aproximadamente de 20m por 20m de superficie y se hacen con flores y en el centro de la alfombra llevan una imagen, entonces, estas alfombras no se colocan al paso de la procesión porque sería que pisaran y faltaran al respeto a la imagen que está colocada en el centro”.[2]

En torno a la feria también se hace una fiesta brava llamada la huamantlada, que imita a la pamplonada española, en la cual se sueltan toros por las calles para que los animales se enfrenten a los aficionados. También son parte de la cultura popular los muéganos, dulces tradicionales, la tradición teatral y los títeres.

La esencia del lugar queda reflejada en los recintos para transmitir la memoria y la identidad. En particular, está el Museo de la Ciudad, el Museo Taurino y el Museo Nacional del Títere. Falta uno donde se expongan los mantos y vestidos bordados para la Virgen, pero ya está en proyecto. La patrona del pueblo tiene su templo en la basílica dedicada a ella y la religiosidad del lugar tiene sus numerosos recintos en cada uno de los barrios. Los títeres son un elemento importante de identidad, que se remiten al siglo XIX cuando los hermanos Rosete Aranda fundaron su compañía.

El lugar ha sido denominado de varias formas. Primero y según la cédula real de 1528 fue el pueblo de San Luis Huamantla, en honor a San Luis Obispo de Toulouse; después en 1857 hay un decreto, mediante el cual se le da el título de ciudad y entonces pasa a ser Huamantla de Juárez; en 1945 se convierte en la heroica ciudad de Huamantla y el 14 de agosto de 2007 fue nombrada pueblo mágico.

La heráldica de la ciudad es un escudo donde se muestran elementos como el volcán Malinche, la evangelización y pobladores originarios. En otro aparecen las palabras Huamantla, Heroísmo, progreso, trabajo, lema que nos remite al propuesto por Gabino Barreda en el siglo XIX: ‘Libertad, orden y progreso’. Sin embargo, a partir de 2007, el símbolo correspondiente a la heroica ciudad de Huamantla se sustituyó por un rehilete de colores que anuncia que Huamantla, es pueblo mágico.

Con este nombramiento se hace patente que la localidad forma parte del programa implementado por la Secretaría de Turismo para promover el sector en lugares reconocidos por su riqueza cultural, histórica y  natural; y como parte del programa, la ciudad comparte el emblema, que pareciera una franquicia, con otras localidades del país.

Una de las cuestiones, a partir de las cuales se explica la identidad local es el hecho de que Tlaxcala ha tenido dificultades para incorporarse al discurso nacional, ya que a sus pobladores se les acusa de traidores por haberse aliado a los españoles hace 500 años y a la vez son parte de la federación. Poco se cuenta del hecho de que antes de los españoles, los que habitaban en territorio tlaxcalteca padecían a los mexicas. En ese entonces, los otomíes y tlaxcaltecas originarios no hacían más que defenderse de la dominación mexica, por ende, la alianza con los españoles fue una estrategia de defensa, para combatir a los aztecas, precursores del centralismo actual. Pero en el imaginario dominante de la población mexicana, los habitantes de México-Tenochtitlan eran los buenos y los conquistadores eran los malos; aunque ambos pueblos estuviesen llenos de barbarie.

Como muchos otros lugares de la República, Huamantla refleja a su manera la mexicanidad. La unión de Hernán Cortés y Malitzin tiene varias connotaciones. Por un lado es el símbolo del mestizaje que se encuentra al centro del imaginario dominante sobre la nación mexicana, por otro lado también simboliza una traición.

Los tlaxcaltecas se unieron a los españoles, igual que la Malinche. Como consecuencia, se produjo una asociación entre ambos, sin importar la falta de precisión territorial, pues ella, en realidad era originaria de la zona de Tabasco.

La Malinche, hoy en día, es el símbolo de Tlaxcala. La mujer aparece en los libros de historia local[3], pero sobre todo, así se llama el majestuoso Volcán que se yergue en el horizonte de Huamantla, y que funge como un correlativo material de esa asociación cultural en el imaginario mexicano, entre la mujer que se fue con los españoles y los tlaxcaltecas que estableció alianza con los mismos.

Dicha alianza ha sido por siglos el reclamo que los otros mexicanos le hacen a los tlaxcaltecas, el estigma de su pueblo, y que, según una mujer entrevistada, es lo que explica la difícil relación de esta entidad federativa con el resto del país y el hecho de que Huamantla sea una ciudad abierta al resto del mundo de una manera excepcional. Durante el trabajo de campo, encontramos que sus artistas han expuesto en corea y Japón, que sus mujeres bordadoras del manto de la Virgen tienen vínculos con Suiza; que en la casa de la cultura hay exposiciones que vienen de países europeos, que los niños cantores de Viena, en su paso por México hicieron un concierto en Huamantla; incluso un albañil entrevistado en la periferia nos contó que estuvo un año en arabia trabajando en la construcción.

El discurso nacionalista en México privilegia el mestizaje como característica central de los que se llaman mexicanos. En Huamantla el pasado indígena es otomí y náhuatl, pero poco queda de la cultura antigua en la memoria. Lo que existe se hace patente en algunos objetos prehispánicos en los museos, en los nombres o apellidos de algunas personas y en el orgullo con el cual su cronista explica el Códice de Huamantla.

A pesar de los orígenes prehispánicos, en general, se privilegia la tradición española. Son católicos de gran devoción y asiduos de la fiesta taurina, dos prácticas que vienen de la península Ibérica. Y aunque la cultura originaria le da sustento a las expresiones de religiosidad popular y existen los magueyes y el pulque, poco se conserva de los referentes náhuatl y otomí, del idioma que hablaban los antepasados. Ahora la comunidad se comunica en español.

La memoria, la identidad y el patrimonio local se encuentran fuertemente enraizados en el catolicismo y la hispanidad. La fiesta taurina, la celebración de la Virgen y el arte efímero que se produce en honor a la patrona del pueblo constituyen el patrimonio local y se expresan en el paisaje. La entrada a la ciudad tiene por monumento un toro, hay murales que representan a la huamantlada, la fiesta más importante es católica, hay monumentos de obispos y del Papa Juan Pablo II.

En un lugar donde el emblema es Huamantla, Heroísmo, progreso, trabajo, la Virgen de la caridad es la heroína por excelencia del lugar. En el libro Virgen de la caridad arte, seda y oro, se relatan algunas de sus hazañas, entre las que destacan sus gracias durante la intervención norteamericana, cuando le pidió a una mujer “defender su templo de los saqueos del ejército invasor al mando del Capitan Walker” y que ésta “bajó con una tenaza y un tizón encendido, se acercó a un cañón, y encendió la mecha causando numerosas bajas al ejército estadounidense”, ocasionando que los norteamericanos se retiraran a Puebla (Minujin y Rodriguez, 2011: 22).

También intercedió en favor de Porfirio Díaz durante la batalla de Tecoac, librada contra Lerdo de Tejada. Minujin y Rodriguez (2011: 24-25) narran que la Virgen de la Caridad le concedió el milagro a don Porfirio, de que ante la inminente derrota de su ejército, llegaran tres mil hombres de refuerzo, con lo cual obtuvo la victoria. Una semana más tarde y para cumplir la promesa que le había ofrecido a la Virgen, Porfirio Díaz le regaló una palma de oro en agradecimiento. Sin embargo, en 1917, Zepeda, uno de los revolucionarios se la robó. Poco después del sacrilegio, el hombre murió en una maniobra militar. Durante este periodo, la Virgen también defendió a la localidad del grupo revolucionario del coronel Rutilio Espinoza que nunca pudo tomar Huamantla.

La devoción a la Virgen de la Caridad tiene muchas manifestaciones. Una de las más destacadas es el hecho de que cada año, entre los meses de mayo y agosto, se reúne un grupo de bordadoras, bajo el liderazgo de Carito Hernández Castillo, para hacer el manto y el vestido la Virgen estrena cada año en las fiestas de agosto. La tradición viene desde 1878 iniciada por la abuela española de Carito  (Minujin y Rodriguez, 2011: 29).

A principios de 2013, las bordadoras del manto de la Virgen se involucraron también en un proyecto para representar la esencia de la localidad en tela. La iniciativa liderada por la suiza Katharina Von Arx, consiste en hacer lienzos donde queden plasmadas ciudades de todo el mundo. El resultado fue expuesto entre marzo y junio en la casa de la cultura, bajo el título de “Historias de Ciudades”, junto con otros de Suiza, Estados Unidos, Burkina Faso, Israel, Perú y  México.

El lienzo representativo de Huamantla está firmado por las bordadoras del manto y el vestido de la Virgen de la Caridad, misma que aparece en el centro de la imagen. El cuadro- textil refleja todos los símbolos de identidad de Huamantla. Además de  la Virgen y de la basílica, aparece el Volcán La Malinche, los campos sembrados de maíz y magueyes, símbolos prehispánicos y globos aerostáticos que en los últimos años se han convertido en una oferta turística, los títeres y la compañía de los hermanos Rosete Aranda, la feria, los tapetes, la huamantlada, las corridas de toros, el quiosco de la plaza central y el edifico del ayuntamiento. 

No aparece el escudo con las palabras trabajo, el heroísmo y el progreso, sin embargo, en la esquina superior derecha aparece el distintivo de pueblos mágicos y debajo de él, las palabras Huamantla pueblo mágico.
El texto que acompañó la presentación de este textil sintetiza los elementos centrales de la identidad local[4]:

HUAMANTLA TODA UNA TRADICIÓN
La Heroica ciudad de Huamantla, Municipio del Estado de Tlaxcala, Pueblo Mágico de México, de origen mestizo, Nahuatl, Otomí y Español, su nombre primitivo fue "CUAUHMANTLAN" (lugar de árboles juntos o formados) que a partir del 20 de mayo de 1528 Carlos 5º la designa con el nombre de Pueblo de San Luis Huamantla.

Se ubica en la falda noreste del volcán "Matlacueye" (el de las faldas azules) conocido como Malintzi".

Huamantla un pueblo con tradición de gente noble de campo, de trabajo arduo con empeño de superación, lugar donde los que se van han de regresar con los años para vivir en paz y los que se quedan no dejan morir la esencia tlaxcalteca.

Desde hace años esta población se caracteriza por ser una de las entidades del país con tradiciones y costumbres emblemáticas culturales y artísticas tanto religiosas como civiles, siendo la fusión de estas una alegoría que durante su feria en el mes de agosto brillan en los diferentes escenarios de la ciudad  y fiestas patronales de sus pueblos rurales, tiempo en el que todos los sentidos no solo de los huamantlecos si no también el de los visitantes palpitan en torno a la milagrosa imagen de la Asunción de María, para nosotros, la "Virgen de la Caridad".

Año con año se viste la imagen con ropas únicas de la realeza celestial, bordadas de seda y oro por manos piadosas de las bordadoras que dedican su tiempo por meses como ofrenda, para que el 14 de agosto salga en procesión recorriendo las calles de la ciudad sobre tapetes de flores y aserrín de colores y cubriéndonos con su manto de bendiciones, conociendo a esta tradición como la noche que nadie duerme, además durante los treinta días podemos admirar las artísticas alfombras en el Atrio de la basílica de la Caridad.

Durante un mes de festejos disfrutamos entre otras cosas, de eventos tradicionales como conciertos de las orquestas sinfónicas y típicas, corridas de toros, carreras de carcachas, juegos mecánicos, el festival internacional del títere cuna de este arte en América, charreadas, el encierro de más de 20 toros bravos por las calles en las que participan propios y extraños conocido como la "huamantlada", la gastronomía de la región, los globos de papel de china, cultura, arte, color y alegría.

Si pudiéramos plasmar todo lo que sentimos y vivimos los huamantlecos, no alcanzarían diez lienzos como este; para representar nuestra cultura, historia y tradiciones como lo hacían nuestros antepasados Otomíes en el lienzo de Huamantla, conocido por fundaciones internacionales como el Códice más grande del mundo en su técnica.

Para el grupo de bordadoras del vestido y el manto de la Virgen de la Caridad que coordina la Maestra Carito, ha sido toda una aventura realizar este trabajo, uniendo talentos, arte, emoción, fe y devoción queriendo con esto preservar en el tiempo y mostrar al mundo lo que son nuestros pueblos de México.


El cronista

Para hablar del intelectual en el microcosmos, hay una figura que destaca en la ciudad de Huamantla. El cronista Don José Hernández Castillo, uno de los personajes más reconocidos y valorados en la localidad.

Tal vez no se trate de un intelectual en el sentido estricto, pero si de un hombre ilustrado, un ávido lector, amante del Quijote y del Cid y un referente ampliamente reconocido por la población. Ha sido por muchos años la persona encargada de pensar la comunidad y recuperar su identidad.

Fue el cronista de la ciudad desde 1984 hasta 2011[5]; fue regidor en dos ocasiones, en 1972 y en 1984, y durante el periodo de 1989 a 1991 fue presidente municipal de filiación priista. De profesión es mecánico, al igual que su padre y que su abuelo; su creatividad se hace presente con sus ideas, con sus iniciativas y con los objetos que hace para contribuir a los eventos religiosos de la comunidad. Quizá una de las cosas que más destaca es que Don José, al igual que su pueblo, es un hombre profundamente religioso. Vive a espaldas de la Basílica de la Caridad e incluso nos cuenta, que su familia le donó terrenos al templo.
Don José es un personaje muy reconocido en el lugar. Se le puede ver en un pequeño video histórico en youtube, se le puede escuchar en el radio para promocionar la fiesta de la localidad; es el constante referente para la población cuando alguien pregunta por la historia del lugar, los estudiantes acuden a él para los trabajos de la escuela. Incluso, la escritora Luciana Toulet, en su libro  Breve Historia de Huamantla, le reconoce y agradece la información plasmada en el documento.

En el museo del títere hay un espacio con las personas ilustres de Huamantla. Ahí, junto con otros siete, aparecen don José y su hermana Carito, la líder de las mujeres bordadoras del manto y del vestido de la Virgen. Don José fue, además, uno de los fundadores del museo taurino[6] y en el museo de la ciudad se exponen, entre otros, objetos que él donó, algunos de los cuales encontró en el campo. Es significativo, además, que tiene llaves del museo taurino, donde se guardan los archivos de la localidad.

La casa de don José está llena de libros, de pinturas murales, de diplomas, de inventos suyos y de su padre. Tiene fotos con personajes ilustres de la política nacional. Tres expresidentes: Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo aparecen con él; también la que fuera gobernadora de Tlaxcala y presidenta del PRI, Beatriz Paredes aparece desde muy joven en las fotografías. 

Como cronista de la ciudad, don José relata la historia del lugar y en su narración destacan tanto los valores locales, como la situación que se deriva de intentar engranar a los acontecimientos de Huamantla con los nacionales.

Lo primero que transmite don José es la profunda religiosidad, las diferentes entrevistas con él han estado enmarcadas en algún acontecimiento religioso al que hay que atender ritualmente antes de entrar en materia histórica: el día de la Santa Cruz, la procesión del Santísimo, la veneración de la Virgen de la Caridad, etcétera. La identidad gira, en primer término, sobre la fe.

Después, al hablar de Huamantla hace énfasis en que la ciudad ha sido tres veces heroica. La primera fue una batalla contra los españoles, en tiempos de la conquista[7]; la segunda en una batalla contra los estadounidenses[8], en tiempos de la intervención norteamericana en México; y la tercera en tiempos de Don Porfirio, poco antes de que este se convirtiera en presidente, misma que derivó en que el presidente le regalara una palma de oro a la Virgen[9].

De la batalla en tiempos de la conquista destaca que aunque los indígenas fueron derrotados, lo más importante de esta batalla fue que se desmanteló el mito que tanto intimidaba a los pueblos originarios, aquella idea de que hombre y caballo fuesen un mismo ser.

Asociado a la invasión norteamericana, don José le da particular relevancia a la anécdota protagonizada por la hija de una de las principales familias del lugar, los Bretón, unos hacendados que simpatizaban con el movimiento insurgente (y que mandaron a traer de España al que fuera su bisabuelo para que les administrara la hacienda). Los Bretón casaron a sus tres hijas con distinguidos miembros de la causa. La menor, María Antonia, llamada Tonchita, se casó con Manuel Fernández Félix, mejor conocido como Guadalupe Victoria, primer presidente de México y fundador del Congreso de la Unión. Cuando él estaba muy enfermo se fueron a vivir a Perote, donde él hizo su testamento y dejó dicho que al morir se le retiraran las vísceras y mandaran su corazón a Durango. Tonchita le cumplió el deseó y guardó las vísceras en un frasco con formol y otros alcoholes, y lo colocó encima del piano. Tiempo después, los norteamericanos invadieron primero Huamantla, el 9 de octubre de 1847 y después Perote. Ambas ciudades fueron saqueadas. Al llegar a la segunda, los invasores se instalaron en la casa del difunto Guadalupe Victoria y se hicieron dueños de todo lo que tenía ahí. El frasco con las vísceras estaba en el piano con líquido. Al destaparlo sintieron el olor a coñac y los capitanes se lo tomaron. Amanecieron muertos. Entonces, relata el cronista de la ciudad, “gana Guadalupe Victoria su última batalla muerto, como el CID”.[10]

Uno de los grandes íconos de la historia nacional es Don Benito Juárez y ello queda reflejado en los diferentes espacios de la ciudad. Antes de que Huamantla se llamara Heroica Ciudad de Huamantla, se llamaba Huamantla de Juárez. Sin embargo, la historia oficial contrasta con las narraciones del cronista de la ciudad, que luego escuchamos repetidas por el presidente local del programa de pueblos mágicos, donde nos cuentan que no hubo una buena relación entre la ciudad y dicho personaje.
Dice que cuando Juárez iba huyendo fue capturado y encarcelado en Huamantla. Entonces, les pidió a los locales que lo dejaran escapar y no lo hicieron; incluso lo pasearon prisionero por el pueblo, antes de llevarlo a San Juan de Ulúa. Juárez quedó resentido con el lugar y años después redujo el territorio de Tlaxcala en favor de Puebla.

A partir de esto busqué sin éxito fuentes históricas que corroboraran la historia. La narración del cronista contrasta con lo que se transmite en el ámbito académico. En una en entrevista con el historiador Arturo Gálvez, el investigador señala que el uso de tonos ofensivos no era el estilo de Juárez. “Aunque hubiese sido exgobernador de Oaxaca, poca gente lo conocía y nadie le hacía caravanas por su condición de indio. Hay muchas anécdotas respecto a la discriminación de la cual fue víctima aun siendo presidente, excepto que lo conocieran, nadie podía imaginar  que fuese un hombre importante.” Aunado a lo anterior Gálvez señala no tener referencia de que Juárez haya estado prisionero en Tlaxcala. Con respecto al territorio, “Juárez fue un presidente escrupuloso con la legalidad, por lo que procuró en todo momento la aplicación de la Constitución (..), no estaba en sus facultades otorgar o quitar territorio a una entidad, esta decisión correspondía al Congreso”.

Otras fuentes que narran la historia regional, como los libros de Cuellar (1968: 203-206) y Rendón (2010: 70-72), hablan de la discusión y de las gestiones para convertir a Tlaxcala en un estado libre y soberano de la República; para mantenerlo separado de Puebla y para que fuese más que un departamento o territorio, a pesar de su tamaño pequeño y su escasa población; pero nada dicen de una reducción del territorio tlaxcalteca. 
Independientemente de la veracidad de los hechos, que don José atribuye a la historia oral, es importante considerarlos como parte de los imaginarios históricos de la ciudad y de las historias que se cuentan en la localidad. Ante la pregunta de por qué se honra a Juárez, si la relación no fue afortunada, el cronista de la ciudad responde que es por la importancia que le dio Don Porfirio, quien admiraba mucho a Juárez. Él fue el que le dio a Benito Juárez el lugar que hoy tiene en la localidad. Sin embargo, en un recorrido por el lugar, se puede constatar, que los homenajes a Juárez no solo datan del siglo XIX, sino que llegan al presente, incluso con una estatua puesta durante la gestión del último gobernador.

En el parque Juárez, le pregunto a los ciudadanos que pasean por ahí si saben por qué en Huamantla le hace honor al Benemérito de las Américas. Uno tras otro dicen que no; algunos se disculpan por no saber de historia, otros afirman que no son nativos del lugar, otro más incluso se sorprende pues nunca se lo había preguntado.

Las contradicciones históricas de la nación tienen sus correlativos materiales. Otro relato es que la plaza principal, el parque Juárez tiene mucho de jardín porque a Maximiliano le gustaban los jardines y que algunas veces pasó por ahí. En una de las casas que se encuentran en la plaza principal hay incluso una placa: “En esta casa grande se hospedó en diciembre de 1866 el emperador Maximiliano, pero decepcionado porque el pueblo que secundaba la actitud de los liberales que no simpatizaban con su causa”.

Un visitante entrevistado narra que el año pasado asistió en Huamantla a un concierto que ofrecieron los niños cantores de Viena y que se sorprendió porque al presentarlos, el maestro de ceremonias, hizo un discurso donde se rememoró y glorificó a Maxilmiliano de Habsburgo como uno de los personajes ilustres para el pueblo.

En su relato, el cronista de la ciudad cuenta que después de muerto Maximiliano, cuando Carlota iba de regreso a Europa, su carreta tuvo un problema con una de las ruedas. Para no esperar la compostura, ella prosiguió en la carreta de su médico y él se quedó. El abuelo de don José, que era carrocero de Xalpatlahuaya, fue justamente quien reparó la carreta. El médico, acompañado de su hija, se quedó en Huamantla, al igual que la carreta. Paradójicamente la guardaron por varias décadas junto a la carreta de Juárez en el curato, donde después fue la escuela Benito Juárez, a la que asistió don José. Durante ese tiempo, dichas carrozas se utilizaban en las procesiones, pero en 1945-46, se las llevaron a México, al Museo de las Intervenciones y al Museo Nacional de Historia.

El médico de Carlota se hizo de grandes amigos en Huamantla, donde estableció vínculos a partir de que su hija se casó con un local. A él atribuye, don José la herencia cultural de su persona y de los huamantlecos. Si el doctor tenía un amigo médico, le regalaba libros europeos de medicina, si tenía un amigo mecánico, le regalaba libros europeos de ingeniería. Así, este ilustre personaje fortaleció a una comunidad que poco a poco se hizo ilustrada y que llegó a tener grandes logros, entre los que destaca el de José María Castillo, quien en 1885 fotografió el cráter Kepler de la luna, varias décadas antes de que lo hiciera la NASA.

Al igual que el discurso de su cronista, el espacio urbano de Huamantla está lleno de referencias decimonónicas. Muchas de sus calles llevan nombres de héroes del momento como Reforma, Insurgentes, Matamoros, Morelos, Allende, Aldama o 5 de mayo. Los nombres revolucionarios aparecen más bien en las comunidades de la periferia, no en la ciudad.

Huamantla parece haber tenido una relación privilegiada con Porfirio Díaz y se habla con orgullo de él. En el Museo de la Ciudad se narra su victoria en Tecoac y en letras muy pequeñas, al interior de un folleto expuesto se aclara que aunque “Díaz promovió con muy buenas intenciones al luchar por los derechos de los mexicanos, sin embargo después, como sucede en la mayoría de los casos, el poder lo cegó y enfermó a tal grado que su gobierno fue duramente criticado y al final derrocado”.

En la misma casa de la plaza donde se hospedó Maximiliano, la placa explicativa también señala que: “También fue habitada por el General Don Porfirio Díaz, antes de la toma de Puebla en 1867, cuando se encontraba organizando el contingente con el que ganó la famosa batalla del 2 de abril en Puebla”.

En el marco de una sociedad tan religiosa y con un vínculo tan fuerte hacia el catolicismo, uno de los motivos que pudo llevar a  tener una buena imagen de Porfirio Díaz fue el hecho de que, como lo señala Arturo Gálvez[11], fue tolerante hacia el culto católico y la jerarquía eclesiástica, durante su mandato. Cuestión que además se ve fortalecida por la anécdota de que Don Porfirio le regaló una palma de oro a la Virgen de la Caridad.

Cabe destacar que el robo de dicha palma es una de las pocas referencias al periodo de la Revolución Mexicana, que no se hace muy patente ni en el Museo de la Ciudad, ni en el discurso del cronista, ni en lo escuchado durante las visitas a campo, ni en los nombres de las calles y de las plazas. En cierto sentido, en la memoria de Huamantla domina el siglo XIX.

El periódico El Sol de Tlaxcala, en su edición del 19 de octubre de 2011, publica una nota sobre las conmemoraciones de los 477 años de la fundación de la localidad, donde se relatan los acontecimientos encabezados por el entonces presidente municipal Carlos Ixtlapale Gómez, quien “recordó a ilustres personajes, como Maximiliano, Porfirio Díaz, Benito Juárez García, Hernán Cortés, entre otros, quienes por sus distintas acciones dieron cultura e identidad propia al municipio.” Al hablar de la historia y la identidad local señaló que "El arraigo cultural del Huamantla se ha labrado en importantes fechas y acontecimientos desde la época prehispánica, de conquista, virreinal, hasta nuestra actualidad, que se ha caracterizado por la valentía de cada uno de sus actores" (El sol de Tlaxcala, 2011).

Conclusiones:

Los intelectuales han tenido un papel central en la configuración de un imaginario nacional, que ha servido para la consolidación de los grupos hegemónicos, tanto en el ámbito de la capital como en los espacios periféricos, aunque en estos últimos, el alcance de los discursos tenga un radio de influencia menor.

Si bien, las comunidades se producen con la unión entre un grupo de individuos, el país y la nación se crean a partir de la unión de espacios locales, que tienen sus propias historias y que buscan insertarse en el gran relato común a los habitantes de las treinta y dos entidades federativas que han habitado el territorio nacional durante los últimos doscientos años. Considero que así como se rescatan las narrativas de los sujetos que quedan marginados de los discursos oficiales, también es importante recuperar las de los espacios que no son centrales.

Las ideas se traducen en prácticas, y éstas derivan en costumbres, luego en tradiciones y en forma parecida a como se va entrelazando un hilo con otro, se va confeccionando la identidad local, semejante a la manera en que las bordadoras del manto de la Virgen hacen pacientemente una obra que se convierte en el símbolo de una comunidad.

La identidad de Huamantla está primordialmente en función de la religiosidad y después construye su lugar a partir de la historia nacional. Con el tiempo, los símbolos pasan a formar parte de una estructura de consumo, que sueña con alcanzar el desarrollo local a partir de promover el turismo. Y para ello, no hace falta tomar postura ante el pasado. En Huamantla se refleja la simplificación que suele hacer la historia oficial sobre el pasado y sus personajes, a quienes se tiende a considerar en forma maniqueísta. El asunto va más allá de meter en el mismo saco a quienes en su momento resultaron enemigos; el discurso institucionalizado de la memoria no reconoce la multidimensionalidad de los sucesos, los diversos enfoques que los atraviesan, las ideologías y tampoco las implicaciones espaciales. El que fuera héroe para la capital del país, no necesariamente benefició a las provincias, y viceversa. Desde el punto de vista ideológico, social y territorial, para ganar unos, tienen que perder otros. Sin embargo, en el marco del consumo, basta con que sea alguien famoso, para poderlo convertir en un objeto de interés turístico.


Bibliografía:
Acuña René (1984) Relaciones geográficas del siglo XVI: Tlaxcala. México. Universidad Nacional Autónoma de México.
Anderson Benedict (2007) Comunidades imaginadas. México. Fondo de Cultura Económica. 315p.
Barnes, Trevor y Duncan James (eds.), (1992). Writing Worlds, London, Routledge.
Braunstein N., (2004). “Existe el sentido pero no el Sentido del sentido en el que el sentido nos hace creer. Seminario "La cultura en el diván". UNAM. [En línea] http://www.nestorbraunstein.com/.
Colmeiro José (2005). Memoria histórica e identidad cultural. De la postguerra a la postmodernidad. Barcelona. Editorial Anthropos. 286p.
Cuellar Bernal René (1968) Tlaxcala a través de los siglos. México. Costa- Amic Editor. 277p.
Duncan James (1990). The city as text: the politics of lanscape interpretation in the Kandyan kingdom. Cambridge. Cambridge University Press.
El sol de Tlaxcala (2011). “Cumple Huamantla 477 años de fundación”  en: El sol de Tlaxcala. 19 de octubre de 2011. [En línea]  http://www.oem.com.mx/ elsoldetlaxcala/notas/n2273381.htm
Fuentes Diana (2013) “Antonio Gramsci: El Estado y el intelectual orgánico”. Inedito presentado en el Seminario Prácticas de Inclusión-Exclusión en la Configuración de los Imaginarios Mexicanos el 3 de septiembre de 2013.
Halbwachs Maurice (2004). Los marcos sociales de la memoria. Barcelona. Editorial Anthropos. 431p.
Hobsbawm Eric (2004) Naciones y nacionalismo desde 1780. Barcelona. Crítica.
Minujin Alicia y Rodriguez Leila (2011) Virgen de la Caridad arte, seda  y oro. Tlaxcala. Editorial Página 4.
Rendón Garcini Ricardo (2010) Historia Breve de Tlaxcala. México. El Colegio de México. 217p.
Toulet Luciana (2008) Breve Historia de Huamantla. Tlaxcala. Colegio de Historia de Tlaxcala y Presidencia Municipal de Huamantla.


Algunas cápsulas y entrevistas a don José Hernández Castillo
http://www.sndigital.mx/index.php/entrevistas/28620-jose-hernandez-castillo-cronista-de-la-ciudad-de-huamantla.
http://www.youtube.com/watch?v=PufZ4rgomk8
http://www.youtube.com/watch?v=WRW0n_5V71k
http://www.youtube.com/watch?v=sM8gdw2VPT0




[1] De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de INEGI, 2010 tiene 51 996 habitantes.
[2] Entrevista con José Hernández Castillo, Cronista de la ciudad de Huamantla. Miércoles 14 de Agosto de 2013 16:14. SN radio Digital. TlaxcalaDisponible en http://www.sndigital.mx/index.php/ entrevistas/28620-jose-hernandez-castillo-cronista-de-la-ciudad-de-huamantla.
[3] Por ejemplo, los libros de Diego Muñoz Camargo (2003) Historia de Tlaxcala. España. Dastin; y el de José María Buceta (2009) Tlaxcala. El Aliado de Hernán Cortés. España. Dykinson.
[4] En la presentación no se indica quién es el autor del texto que se presenta a continuación, pero por el contenido del mismo, asumo que fue redactado por las mismas bordadoras del manto y el vestido de la Virgen de la Caridad.
[5] Le sucedió Manuel de la Vega, el director de la casa de la cultura, pero ya renunció. Actualmente no hay cronista oficial, pero se reconoce a José Hernández Castillo como tal.
[6] En la página web del Museo Taurino se afirma que “El Museo Taurino de Huamantla surge a iniciativa de varios aficionados la mayoría miembros de la Peña Taurina Huamantla, encabezados por Miguel Corona Medina, Eduardo Bretón González y José Hernández Castillo, entre otros”. Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino http://taurino.tlaxcala.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=88&Itemid=28
[7] El primer momento heroico de la Ciudad de Huamantla sucedió en tiempos de la conquista. En aquel momento no se trataba de la ciudad que conocemos hoy en día sino del señorío de Tecoactzingo. Los españoles entraron en dicho territorio y lucharon contra tlaxcaltecas y otomíes en la cañada del río Tecoac (Toulet, 2008: 7). 
[8] El segundo momento heroico fue en 1847, durante la intervención norteamericana, cuando el general Antonio López de Santa Ana tenía en su cuartel general en Villa de Huamantla y su tropa acampaba en el lugar. De acuerdo a como se narra en el museo de la ciudad[8] los voluntarios locales defendieron su territorio y mataron al capitán Walker, jefe de la caballería norteamericana e inventor del primer revólver norteamericano. Por su parte, Minujin y Rodriguez (2011: 22) afirman que un grupo de civiles comandados por el capitán Eulalio Villaseñor levantaron “barricadas en las entradas de la ciudad y en los edificios más altos, desde donde repelieron los intentos de asalto”. El mismo evento narrado por Rendón (2010: 71) afirma lo siguiente: “destaca el sitio sufrido por la ciudad de Huamantla en octubre de 1847, debido a la participación heroica que en su defensa hizo un grupo de mujeres al lado de las fuerzas armadas comandadas por Eulalio Villaseñor.”
[9] La tercera mención al heroísmo local fue durante la batalla de Tecoac, que según las palabras plasmadas en el museo de la ciudad “Porfirio Díaz logró derrotar a las fuerzas de Lerdo de Tejada en Tecoac (6km al norte de Huamantla, Tlaxcala), el 16 de noviembre de 1876, con lo que accedió al supremo cargo de la República”. 
[10] Historia relatada por don José Hernández Castillo, en parte narrada, en parte leída del libro de Márquez Montiel Joaquín (1963) Datos raros sobre caudillos de la independencia. Editorial Jus S.A. México. Pág 72-73
[11] En entrevista. Julio de 2013.



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